HOLA AMIGOS, ESTE MAIL ME LO MANDÓ UN QUERIDO AMIGO Y ME GUSTÓ MUCHO, TAL VEZ ALGUNAS PARTES SUENEN IRREVERENTES, PERO LLEGUEN AL FINAL. DIOS LOS BENDIGA Y LES DESEO UNA FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS TIBERIANOS Y SUS FAMILIAS. MARCELA
A la cuna del Niño llega puntual Alberto Einstein con sus fórmulas que cambiaron el universo, rezagados llegan Diego Maradona y Pelé con sus goles, sus historias, bastoneando y vacilante aparece Borges con sus poesías y sus polémicas declaraciones, Benedetti con sus poemas y su empeño rezongón por lograr un mundo más habitable. Facundo Cabral y Alberto Cortés, con sus reflexiones cantadas. Y los charrúas, los tobas, los mapuches, estirpes extinguidas por el Herodes de turno u olvidadas por los gobernantes de turno.
Hacen su aparición mamá Margarita con su hijo el sr. Sanjuanbosco y el bochinche del oratorio festivo, Lutero con sus angustias existenciales, Confucio, Mahoma y el viejo Platón y su caverna de sombras.
Inquisidores y torturadores de otros tiempos mezclados con los contemporáneos: brutos a la vista aquellos, o sutiles a la sombra estos.
Una especie de juicio final, donde el Señor indiscutible es el Bebé en brazos de su Madre. Nadie habla y algunos cantan sin romper el silencio. Entre éstos últimos están los ecologistas, poetas, escritores, sumergidos y marginados.
Llama la atención un corrillo de pensantes que se acaban de presentar: Santo Tomás, San Agustín, Aristóteles con Kant y Hegel, mientras tratan de frenar los grandes pasos que quiere dar Hamlet.
Los maestros de la sospecha, Freud, Marx y Nietsche miran sorprendidos. El señor San Francisco muy contento decía que no iba a haber espacio para tanta gente. La Madre Teresa lo hizo callar. El señor San Ignacio contemplaba complacido con amor y veía a Cervantes inspirado por el Niño e intentando buscar unas cuartillas para escribir. Entre los pastores había papas y cardenales todos vestidos de particular, pues estaban lejos del Vaticano.
El Niño había calmado el frío de la noche y moderado al hermano viento. Multiplicó peces y nadie tenía hambre.
Stephen Hawking en su silla de ruedas le explicaba a Galileo los agujeros negros. Galileo asentía con la cabeza y repetía una y otra vez “todo se mueve”. Marta y María estaban sentadas al lado de la cuna y no se peleaban. Miles de mujeres repetían –con esfuerzo por no hablar- el gesto de mirarlo y mirarse entre ellas con complicidad.
Reinaba un silencio lleno de música y nadie se sentía separado. Sin saber cómo, el Niño estaba junto a todos y María, la mujer, reinaba en silencio.
Se veía toda clase de extraterrestres, entre ellos los ángeles. Noé todavía mojado por las aguas del diluvio exclamaba: “Éste Niño es la paloma de la paz. Estamos salvados para siempre”. Naves espaciales provenientes de innumerables planetas giraban en el cielo a muy baja altura sin hacer ruido para no ocultar las estrellas. El Señor San Pedro, siempre activo, quería levantar una toldería para recibir a los huéspedes.
Juan le tiró de la manga y le dijo que por una vez se quedase quieto. Miguel Angel silencioso da unos toques de color para alegrar la vista mientras Edison intenta poner una guirnalda de lucecitas de adorno. Profetas, visionarios, astrólogos, adivinadores con una sonrisa de oreja a oreja comentaban en voz muy baja: “ya lo habíamos dicho”.
Rufianes, ladrones, bancarios, sacerdotes, brujos, tenían su lugar al lado de la cuna. El hijo pródigo y su hermano mayor muy serenos, la mujer adúltera, Zaqueo, el ciego de nacimiento, sin distinción de clase ni razas … el Niño era para todos sin excepción.
Entre todos oyeron una voz suave que hablaba desde el silencio y decía: “yo hago nuevas todas las cosas”.
Entonces el tiempo que se había apretujado en ese instante se volvió a extender por espacios de cientos de miles de años.
Pero ya no era el mismo de antes. Eran tiempos de liberación.
Padre Mario Iantorno sdb (1996)
Le pedí a Dios que me ayudara a AMAR a otros, tanto como El me ama. |