
Obedientes
Debemos ser obedientes si queremos lograr la infancia espiritual con la ayuda de la gracia, porque la obediencia nos hace dóciles a los mandatos del Señor y a sus inspiraciones y, si somos fieles a las gracias y llamados que el Señor nos va haciendo en el camino, entonces llegaremos muy alto, puesto que a cada gracia aceptada y apreciada, Jesús premia con otra nueva gracia o llamada. ¡Cómo nos gusta ver a un niño que es bueno y obediente! En cambio ¡qué incómodos nos pone ver a un niño rebelde, caprichoso y maleducado! Nosotros tenemos que ser esos pequeños obedientes a Dios y a María, prontos a seguir las indicaciones de ellos, como los niños buenos siguen las enseñanzas y consejos de sus padres. Recordemos que el primer desobediente fue Lucifer, y vemos cómo le ha ido. El que desobedece a Dios es como un demonio, se quiere poner él mismo en lugar de Dios, y cree que se basta a sí mismo y no necesita de nadie. Toma a los demás, incluso a Dios, como tontos, porque “él sabe”, y así se priva de las luces sobrenaturales que lo quieren guiar por el camino de la voluntad divina. Así que seamos obedientes o tratemos de serlo en todo.
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