CUANDO ME VUELVO HACIA ADENTRO...
Cuando me vuelvo hacia adentro durante mis ratos de contemplación y meditación, entro por las puertas de la plegaria en un santuario donde puedo descansar en la comodidad que sólo Dios puede dar. Al cruzar las puertas de la oración me detengo un momento, bañándome en el fulgor del amor puro y el apoyo incondicional. Siento la amorosa presencia de Dios, a tal punto que inmediatamente doy las gracias. En este momento renuevo mi convencimiento de que Dios es mi fuerza y mi seguridad. Dios me da amor incondicional; a cambio yo doy fe absoluta y amor con todo mi corazón. En el reino interior sólo me espera Dios. No se me exige nada, salvo estar en silencio, pues soy uno con Dios. El amor y el gozo que siento trascienden cualquier necesidad de palabras.
(Pequeñas Semillitas)
|