Por los ojos.
Por los ojos entra el mal en nuestras almas, porque miramos y deseamos lo que vemos, y muchas veces lo que vemos no es bueno.
Si queremos guardar nuestra pureza y cumplir el sexto mandamiento, es necesario que controlemos las miradas, especialmente absteniéndonos lo más posible de ver televisión, medio por el cual entra tanta maldad, violencia e impureza en nuestras familias y en nuestras almas.
Recordemos que hay una bienaventuranza que nos dice que seremos felices si somos puros y limpios de corazón porque veremos a Dios. Esto nos quiere decir que si somos puros de cuerpo, alma y pensamientos, entonces comprenderemos mejor todas las verdades de Dios y de la santa religión católica. En cambio si dejamos anidar la impureza en nosotros, ese enturbiamiento de nuestra alma, nos impedirá entender las cosas de Dios y cada vez nos alejaremos más de Él y de sus cosas; nos alejaremos más y más de la salvación y terminaremos en el pozo del abismo.
Ya la Virgen en Fátima ha dicho que los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne. Y Satanás sabe esto, por eso ha seducido a todas las naciones de la tierra con la copa de la lujuria, promoviendo modas indecentes y provocativas.
También Jesús nos ha dicho que para entrar al Reino de los Cielos debemos hacernos como niños, y los niños son puros. Tenemos que saber imitarlos y conservar la castidad y pureza según sea nuestro estado de vida.
Tenemos que imitar a Jesús y a María, y María es la Virgen Pura, y Jesús es el Purísimo. En esta virtud es donde más debemos imitarlos.
Luchemos para ser puros, y si tenemos caídas a no desalentarnos, a confesarnos con un sacerdote, a levantarnos y a estar más prevenidos la próxima vez. Sobre todo a rezar más e invocar a la Virgen, ya que Ella siempre tuvo a Satanás bajo su pie virginal, y María nos dará la fuerza que necesitamos para conservar esta virtud.
Cerremos, entonces, los ojos a la maldad y evitemos las ocasiones próximas de pecado, porque quien se mete en una ocasión próxima ya está pecando, porque se expone a pecar gravemente. Ya lo dice la Escritura que quien ama el peligro, perecerá en él. Entonces no nos pongamos en situaciones próximas de pecado, porque en estas luchas es más valiente el que huye, ya que estas tentaciones no se pueden enfrentar, sino que hay que huir valientemente.