La fe es una gracia que hay que pedir.
A menudo recuerdo la historia que me narró un sacerdote amigo. Ocurrió en Nicaragua durante la guerra civil. Una madre de cinco hijos, los fue perdiendo uno a uno. Le llevaban el cuerpo inerte de un hijo y se llevaban al otro, para que fuera a luchar.
La tarde que les llevaron el último hijo, muerto; el padre angustiado le preguntó a la esposa:
“¿Y ahora qué haremos?”
Ella lo miró fijamente y respondió:
“Nada. Seguir creyendo”.