ESTE CUENTO ME LLEGÓ POR MEDIO DEL PERIÓDICO DIÁLOGO DE MARZO Y ME PARECIÓ UNA EXCELENTE REFLEXIÓN PARA COMPARTIR CON TODOS USTEDES EN ESTA ÉPOCA PRIVILEGIADA Y TAN MARAVILLOSA DEL AÑO, EN LA QUE, TRATANDO DE TRANSITAR EL CAMINO DE VIDA QUE NOS TOCA Y DESEANDO SER CADA DÍA MAS DIGNOS DEL AMOR DE DIOS, ESPERAMOS LA PASCUA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. ESPERO QUE USTEDES LO DISFRUTEN IGUAL QUE YO.... BESOS.
El valor y el miedo
En un lejano pueblo y hace muchos años, vivía Sabrina, una pequeña niña que era muy querida por todos los vecinos.
Ella había sabido ganarse el afecto de todos porque siempre estaba corriendo alegremente por las calles del pueblo, cantando y llenando de flores silvestres las ventanas de las casas.
Cierto día se enfermó. Despertó a las cuatro de la madrugada con muchísima fiebre.
Sus papás la atendieron de inmediato y le dieron las medicinas apropiadas para estos casos, al mismo tiempo que le ponían paños fríos en la frente.
Sin embargo, la fiebre no cedía y, a pesar de los esfuerzos y de la dedicación de sus padres, no podían bajársela.
Cuando concurrieron al médico y le hizo una revisación integral, descubrió dos pequeñas heridas en su pierna que correspondían a una mordedura.
Él ya había visto ese tipo de marca provocada por una serpiente venenosa del monte y sabía que se curaba con una hierba que crecía al pie de la montaña.
Convocó al pueblo entero para que se reuniera en la plaza y, después de contar la situación de Sabrina, pidió un voluntario para que fuera a buscar la hierba. Advirtió que no se podía esperar hasta el día siguiente porque sería tarde.
–Yo voy– dijo David– Se puso de pie y fue hasta su casa a buscar una antorcha y un abrigo porque ya estaba atardeciendo e iba a tener que volver entrada la noche.
Cuando ya se estaba poniendo en camino, se le acercó Pedro, otro joven y le dijo:
–Te voy a acompañar; la verdad es que estoy muerto de miedo. Me parece que ir a la montaña, de noche, con los animales salvajes y esa tormenta que se aproxima, es una locura, pero tu valor me da fuerzas.
–Yo también tengo miedo, mucho más miedo de lo que tú crees– dijo David.
–¿Y entonces? ¿Cómo te animas?– preguntó Pedro –¡Además ibas a ir solo! ¡Eres un inconsciente, no sabes lo que haces!
–Si quieres, puedes decirme que soy valiente pero podés estar totalmente seguro de que no soy inconsciente –contestó David. –Es cierto que haría cualquier cosa por salvar a Sabrina. Pero, si no estuviera seguro de que soy capaz de traer lo que necesita para curarse no me hubiera ofrecido para ir a la montaña ni hubiera aceptado el desafío. Fíjate que, en todo el pueblo, soy el que tiene más posibilidades de llegar. Soy joven, fuerte y podría ir hasta la montaña con los ojos cerrados pues me he criado allí. Además, conozco las características de esa hierba que necesita el doctor para hacer el antídoto y sé perfectamente a donde ir para localizarla. Una cosa es tener miedo y otra, muy distinta, tener el coraje necesario para superarlo.