El poder de la oración.
No pensemos que saldremos vencedores contra el demonio, el mundo y la carne, si no oramos. Porque por medio de la oración nos vienen todas las gracias y auxilios celestiales. Ya lo ha dicho San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva y el que no reza se condena”, y es una gran verdad.
Dios quiere que seamos perseverantes en la oración, que le importunemos e insistamos sin cansarnos, porque Él quiere darnos todo lo que le pedimos y mucho más, infinitamente más de lo que pedimos y deseamos, porque Dios jamás se deja vencer en bondad y generosidad.
En cambio el que no pide, el que no reza, no espere recibir nada de Dios, porque con su pereza espiritual no llegará a ninguna parte, o mejor dicho llegará al Infierno.
El demonio anda a nuestro alrededor como león rugiente buscando a quién devorar, y solo los que estén armados y amparados con la oración, podrán vencerlo y escapar de sus astucias. No olvidemos que el demonio es un ángel caído, y como ángel es muy superior a nuestra naturaleza humana, y solo Dios puede vencerlo, porque nosotros solos contra él somos menos que nada. Entonces es necesario que invoquemos a Dios en nuestro auxilio, que invoquemos a María, que es omnipotente por gracia de Dios y vence al Maligno en todas las ocasiones.
Si por algún problema no podemos rezar mucho, ya sea por nuestra salud o un impedimento espiritual, tratemos al menos de rezar cada día las tres avemarías, que son prenda de salvación eterna, como la misma Virgen lo ha dicho. Y si podemos recemos el Santo Rosario o una parte de él. Comencemos por rezar cada día un misterio, y luego dos misterios, y con el tiempo tal vez podamos rezar los cinco misterios o hasta el Rosario completo.
Si rezamos, las cosas irán bien y todo nos saldrá bien, a pesar de las pruebas que nos pondrá el demonio, Dios nos protegerá y cumpliremos la voluntad de Dios. Pero si no rezamos, antes o después nos vencerán los problemas y no saldremos airosos de este combate que es nuestra vida sobre la tierra. Porque la vida terrena es tiempo de prueba y de lucha. Como ha dicho Job: “Es milicia la vida del hombre sobre la tierra”, y es una palpable verdad.
Hay que rezar, y rezar mucho, para escapar a todos los peligros y desgracias que hay en el mundo y en nuestra vida. Aprendamos de Jesús que, siendo Dios, rezó; y de María que, siendo la Madre de Dios, rezó; y ambos rezaron mucho, tanto, que fue su actividad principal en la vida. Y si Ellos, siendo lo que son, rezaron tanto, ¿nosotros queremos ser superiores a Ellos y pasar la vida sin elevar oraciones a Dios? Estamos en un grave error y el demonio nos está engañando miserablemente.
Recemos cada vez más y veremos cosas admirables en nuestra vida, en nuestra familia y en el mundo, porque la oración es todopoderosa.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!