La Liturgia de este día, el más triste día de todo el año, nos lleva a contemplar el misterio de la Pasión y Muerte de Jesús. El ambiente en el Templo está preparado para simbolizar el dolor de este día, mostrándonos los conmovedores sufrimientos a los que estuvo sujeto nuestro Señor, al cargar con nuestras culpas para redimirnos. Recordemos que fue El -Cristo Jesús- Quien, siendo inocente de toda culpa, pagó nuestro rescate a un altísimo precio: su propia vida, para que nosotros -cada uno de nosotros- fuera liberado del secuestro en que estábamos a causa del pecado original y a causa de los pecados que nosotros mismos hemos ido añadiendo a la culpa inicial de nuestros primeros progenitores.
En la Primera Lectura vemos al Profeta Isaías (Is. 52, 13 - 53, 12) describir las torturas a que fuera sometido nuestro Redentor. Y es sorprendente que el Profeta -con casi siete siglos de anticipación- hace esta descripción con un realismo tal, que pareciera las hubiera estado presenciando en el momento mismo en que Jesucristo las padeció.
La lectura de la Pasión según San Juan (Jn. 18 , 1 - 19, 42) que hemos leído hoy y la de los otros Evangelistas, nos muestran cómo fue Jesús “triturado con el sufrimiento”. Y el peor sufrimiento no fue el físico, ese martirio atroz que terminaría por destrozar su Cuerpo y darle una agonía y una muerte dolorosísima ... El peor sufrimiento fue el sufrimiento moral al que fue sometido el Señor. El ya había comunicado esa tristeza a los Apóstoles que se había llevado consigo al Huerto de los Olivos. Nos dice el Evangelio que “se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia” (Mc. 14, 33). Y antes de comenzar a orar les dijo: “Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí conmigo velando” (Mc. 14, 34).
Muchos sufrimientos pesaban sobre el corazón acongojado de Jesús, mientras oraba al Padre. A estas traiciones, negaciones y soledades de sus más cercanos, se añadían las faltas, culpas y pecados de cada uno de nosotros. Todo esto pesaba sobre el Corazón de Jesús y le llevaba a sentir esa “tristeza mortal” que le refirió a sus Apóstoles. Pero la mayor y más profunda tristeza fue la de saber cuán desperdiciados serían los sufrimientos de su Pasión y de su vergonzante muerte en la Cruz.
Y ¿por qué hablamos de desperdicio? Porque desperdicio es el desprecio de todas las gracias que Jesús nos obtuvo con su muerte en la cruz. Desperdicio es desaprovechar cualquiera de las gracias de salvación, todas esas gracias innumerables -infinitas- que nos obtuvo Cristo con su muerte ... gracias que nosotros dejamos de aprovechar al no querer escucharlo .. al no querer seguirle ... al creer que podemos nosotros disponer nuestra vida a espaldas de El ... etc., etc., etc.
Y Jesucristo nos muestra lo contrario a todo esto con su Pasión y Muerte que hoy recordamos. El fue obediente hasta la muerte ... ¿Y nosotros? ¿Somos obedientes a la Voluntad de Dios? ¿Somos humildes, reconociéndonos que n a d a s o m o s ... sin Dios ... que nada podemos sin El?
Jesús se nos muestra abatido, vencido por la debilidad, para justamente destruir nuestro orgullo -esa tendencia tan fuerte que tenemos todos los seres humanos y que está en la raíz misma de cada pecado que cometemos. Jesucristo se mostró fracasado ante la injusta persecución a que fue sometido, para enseñarnos humildad y obediencia ante los designios de Dios Padre ...
¿Y nosotros? ¿Qué pensamos del sufrimiento? ¿Qué pensamos de ese mandato del Señor en que nos anuncia que nuestro camino debe ser igual al suyo? ¿Qué pensamos de aquellas palabras de Jesús “el que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”? ... ¿Qué pensamos de este mandato del Señor? ... ¿Lo seguimos? ... ¿Realmente? ... ¿Nos negamos a nosotros mismos y tomamos esa cruz que el Señor nos ofrece para seguir sus pasos? ... ¿O más bien al primer indicio de sufrimiento nos oponemos, cuestionamos a Dios, rechazamos sus designios y hasta lo rechazamos a El por considerar que es “injusto” con nosotros? ¿Pero ... es que no recordamos que el cristiano es seguidor de Cristo? ¿Y en qué debemos seguir a Cristo? ... Pensémoslo bien: seguir a Cristo es seguirlo en todo ... Y ¿qué nos muestra Cristo el Viernes Santo? Nos muestra que seguirlo a El es seguirlo también en el dolor y en el sufrimiento.
Ciertamente, el sufrimiento humano no es querido por Dios. Recordemos que el sufrimiento entró en el mundo a causa del pecado del hombre. Sin embargo Dios permite el sufrimiento para la salvación del hombre. Y Dios puede sacar -como de hecho lo hace- un bien de un mal. Recordemos que los proyectos de Dios para cada uno de nosotros son infinitamente mejores que los que nosotros podamos proponernos ... pero a veces resultan incomprensibles, pues no estamos en sintonía con Dios, sino con nosotros mismos y con las cosas terrenas.
Recordemos que Dios nos ama ... y que nos ama infinitamente. Al estar seguros de ese Amor Infinito de Dios nuestro Padre ... y estando en sintonía con El a través de una oración sincera, a través de una oración entregada a su Voluntad, podemos estar confiados -incluso en los momentos más difíciles y más dolorosos de nuestra vida- porque aquel accidente, aquella enfermedad, aquel contratiempo, aquella persecución -estamos seguros- forma parte del plan maravilloso de Dios para nuestra salvación.
El camino de Cristo hacia el Calvario y la esperanza de su Resurrección nos muestra el camino que hemos de recorrer nosotros: no es en el triunfo terreno, no es en las glorias humanas, donde está la salvación. Es en el sacrificio de uno mismo, en la muerte de uno mismo, donde está el triunfo de la Resurrección y de la Vida Eterna.