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General: LA HUMANIDAD DE JESUS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: stefy1945  (Mensaje original) Enviado: 06/04/2010 00:47

 
La humanidad de Jesús

Nos gusta representarnos a Jesús. No simplemente imaginarlo. O imaginarlo, si queremos, pero fundados en los relatos evangélicos y en los datos que tenemos de aquel tiempo por la historia y por la arqueología. ¿Cómo era Jesús? ¿Cómo se comportaba?
 
A mí me gusta pensar en un detalle que no suele ser considerado, pero que me parece evidente: Jesús fue formado o educado por su madre, por la maravillosa mujer, que sin duda fue María.
Es verdad que Jesús era Dios, pero si se encarnó verdaderamente, tuvo que vivir una vida plenamente humana y aprender y madurar igual que cualquier otro ser humano. Y las mujeres siempre han actuado como educadoras de los niños, de sus propios hijos, y más en aquel tiempo en que no existían los jardines de infancia ni las escuelas elementales.
Las mujeres han sido siempre las grandes transmisoras de los valores culturales y, sobre todo, morales y religiosos. Así que es evidente que Jesús aprendió a rezar y a conocer a Dios con su madre. Ella le enseñó a amar a los pobres y desgraciados, a sentir compasión y ternura, a servir a Dios en los hombres y a amarle con “todo su corazón”.
Puede parecer sorprendente esto, porque parece como invertir el orden “teológico”; María no era mas que una humilde “esclava” del Señor, y Él era el mismo Dios. Pero si lo pensamos en el contexto de una verdadera Encarnación no pudo ser de otra manera; Jesús era un verdadero niño, cuyos ojos y corazón se abrían a un mundo enteramente nuevo para él. Y como niño tuvo que aprender y madurar, adquirir principios y normas de comportamiento, formular juicios sobre el mundo y los hombres,...
Desde luego, nada sabemos de esos treinta misteriosos años en que Jesús vivió una vida oculta y “normal”. Tan normal que pasó, al parecer, desapercibida para todos sus contemporáneos. Lo podemos imaginar como niño de la mano de su madre o de San José caminando por aquellos caminos de Galilea, peregrinando a Jerusalén para la Pascua, asisitiendo a fiestas y bodas, y a entierros, trabajando probablemente, según dicen ahora, como albañil o carpintero, en las obras públicas que por aquellos años se hicieron en las ciudades de la orilla del lago de Genesareth.
Jesús tuvo amigos, quiso a la gente, sufrió y amó. Tuvo una verdadera vida humana. Pues de lo contrario no se habría encarnado. Sería un fantasma. O una ficción literaria. Y tuvo una madre que tuvo una influencia decisiva sobre él, hasta el punto de que incluso en su vida adulta vivía todavía con ella, pues al pie de la cruz “se la entregó” al discípulo amado. Jesús y María. Absolutamente unidos.
Hay muchos relatos en los evangelios que nos dicen algo sobre el corazón y la persona de aquel hombre extraordinario. Voy a referirme a algunos. Por ejemplo, nos dice el evangelio que en una ocasión Jesús se encontró con un entierro. Llevaban a enterrar a un joven, hijo único de su madre, que era viuda. Jesús se conmovió, mandó parar a la comitiva, y dijo a la mujer: no llores.
Sabemos el resto del relato. Jesús hizo que aquel joven se levantara de la muerte y se lo entregó a su madre. Este fue el milagro. Pero a mí más que el milagro me interesan los detalles: Jesús se conmovió, comprendió aquella deplorable situación, se movió a compasión, y dijo a la mujer: no llores. Ya con esto me basta. Porque nos demuestra que Jesús tenía un corazón lleno de amor y de sabiduría.
Hay otras escenas que nos lo representan como verdaderamente humano y próximo. Así nos dice el evangelio que Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro, y se sentaba con ellos a comer, y, al parecer, pasaba con ellos buenos ratos. Cuando murió Lázaro, Jesús tuvo un gran disgusto y, nos dice el evangelio, que al ver llorar a Marta, él “se conmovió en sus entrañas”, dice literalmente, y lloró. Se trataba, por lo tanto, de una persona “normal”, con sentimientos y emociones.
En otra ocasión nos dice también el evangelio que al ver a la multitud de la gente que le seguía se conmovió, sintió compasión, porque eran como “ovejas sin pastor”, y, a pesar del cansancio, se puso a enseñarles con calma.
Hay otros muchos detalles. El relato de la mujer adúltera de Juan 8, es uno de los más hermosos. “- ¿Nadie te ha condenado? – Nadie, Señor – Yo tampoco te condeno; vete y no peques más “. Pero hay otros muchos. Estamos a veces tan empeñados en encontrar lecciones y teología en los evangelios que se nos escapan muchas veces los detalles que hacen de esos relatos un auténtico poema sobre el hombre más maravilloso que ha existido.
STEFY


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Quetzalcoatl Enviado: 06/04/2010 03:47
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