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De: stefy1945 (Mensaje original) |
Enviado: 07/04/2010 23:58 |
UNA ORACIÓN A MARÍA
Juan Pablo II
Madre, como el apóstol Juan, nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27), para aprender de ti a ser como tu Hijo. ¡"Mujer, aquí tienes a tus hijos"!. Estamos aquí, ante ti, para confiar a tus cuidados maternos a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero. Ruega por nosotros a tu querido Hijo, para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que es fuente de vida. Acógelo por nosotros y con nosotros, como en la primera comunidad de Jerusalén, reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14). Qué el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor, guíe a las personas y las naciones hacia una comprensión recíproca y hacia un firme deseo de paz. Te encomendamos a todos los hombres, comenzando por los más débiles: a los niños que aún no han visto la luz y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento; a los jóvenes en busca de sentido, a las personas que no tienen trabajo y a las que padecen hambre o enfermedad. Te encomendamos a las familias rotas, a los ancianos que carecen de asistencia y a cuantos están solos y sin esperanza. Oh Madre, que conoces los sufrimientos y las esperanzas de la Iglesia y del mundo, ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas que la vida reserva a cada uno y haz que, por el esfuerzo de todos, las tinieblas no prevalezcan sobre la luz. A ti, aurora de la salvación, confiamos nuestro camino en este nuevo Milenio, para que bajo tu guía todos los hombres descubran a Cristo, luz del mundo y único Salvador, que reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
(*) Fragmentos de la Oración elevada al Inmaculado Corazón de María, por el Santo Padre Juan Pablo II.
Esta Consagración fue realizada por el Papa Juan Pablo II, en la Misa de Clausura del Jubileo de los Obispos, a los pies de la imagen de la Virgen de Fátima (8 de octubre de 2000)
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UNA ORACIÓN A MARÍA
Juan Pablo II
Madre, como el apóstol Juan, nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27), para aprender de ti a ser como tu Hijo. ¡"Mujer, aquí tienes a tus hijos"!. Estamos aquí, ante ti, para confiar a tus cuidados maternos a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero. Ruega por nosotros a tu querido Hijo, para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que es fuente de vida. Acógelo por nosotros y con nosotros, como en la primera comunidad de Jerusalén, reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14). Qué el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor, guíe a las personas y las naciones hacia una comprensión recíproca y hacia un firme deseo de paz. Te encomendamos a todos los hombres, comenzando por los más débiles: a los niños que aún no han visto la luz y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento; a los jóvenes en busca de sentido, a las personas que no tienen trabajo y a las que padecen hambre o enfermedad. Te encomendamos a las familias rotas, a los ancianos que carecen de asistencia y a cuantos están solos y sin esperanza. Oh Madre, que conoces los sufrimientos y las esperanzas de la Iglesia y del mundo, ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas que la vida reserva a cada uno y haz que, por el esfuerzo de todos, las tinieblas no prevalezcan sobre la luz. A ti, aurora de la salvación, confiamos nuestro camino en este nuevo Milenio, para que bajo tu guía todos los hombres descubran a Cristo, luz del mundo y único Salvador, que reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
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