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General: Multiplicación de los panes y peces
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De: perladelmar  (Missatge original) Enviat: 16/04/2010 01:01

Multiplicación de los panes y peces
Juan 6, 1-15. Pascua. A Dios no le importa la cantidad, lo que le importa es la intención sincera dentro de nosotros.
Autor: Roberto Méndez | Fuente: Catholic.net


 

Juan 6, 1-15


En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinc mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.


Reflexión:


Pero... solo tengo esto, Señor.

“Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero qué es esto para tantos”

A Dios no le importa las cantidades numéricas ostentosas. Lo que le importa es la intención sincera dentro de nosotros al hacer un acto de donación.

Pero, ¿a qué puedo llamar un acto de donación? ¿cómo saber si he hecho un acto sincero de donación? La donación no sólo es dar limosna, o dar de comer al hambriento, sino el dar un poco de mi tiempo, ofrecerme para alguna actividad, etc. Son infinitas las ocasiones para donarnos a nuestros hermanos. Un acto de donación excelente se puede demostrar cuando vemos que en realidad nos a costado. Sea poco o mucho. La cantidad no importa. Lo importante es dar con alegría y amor.

Algunas veces confundimos la generosidad o la donación con dar algo que nos sobra. La verdadera donación es dar algo de nosotros mismos, algo que nos cuesta. Tenemos el ejemplo de hoy del joven que llevaba consigo sus peces y sus panes, para comer. Sin embargo los donó. Fue poco en cantidad. Hasta el apóstol exclamó “que es esto para tantos”, sin embargo era todo lo que poseía, y así lo puso en manos de Cristo. Y Cristo al recibirlo no se fijó en la cantidad, Él multiplicó en abundancia lo que le ofrecieron, para que todos comieran de esta donación total del muchacho que ofreció todo lo que poseía.

Por ello, demos siempre no de lo que nos sobra, sino de aquello que nos cuesta dar. Y la mayoría de las veces lo que más nos cuesta dar es a nosotros mismos, para hacer felices a los demás.


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Resposta  Missatge 2 de 2 del tema 
De: stefy1945 Enviat: 16/04/2010 13:47
OTRA REFLEXION
 
 
Hoy leemos el Evangelio de la multiplicació n de los panes: «Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron» (Jn 6,11). El agobio de los Apóstoles ante tanta gente hambrienta nos hace pensar en una multitud actual, no hambrienta, sino peor aún: alejada de Dios, con una “anorexia espiritual”, que impide participar de la Pascua y conocer a Jesús. No sabemos cómo llegar a tanta gente... Aletea en la lectura de hoy un mensaje de esperanza: no importa la falta de medios, sino los recursos sobrenaturales; no seamos “realistas”, sino “confiados” en Dios. Así, cuando Jesús pregunta a Felipe dónde podían comprar pan para todos, en realidad «se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer» (Jn 6,5-6). El Señor espera que confiemos en Él.

Al contemplar esos “signos de los tiempos”, no queremos pasividad (pereza, languidez por falta de lucha...), sino esperanza: el Señor, para hacer el milagro, quiere la dedicación de los Apóstoles y la generosidad del joven que entrega unos panes y peces. Jesús aumenta nuestra fe, obediencia y audacia, aunque no veamos enseguida el fruto del trabajo, como el campesino no ve despuntar el tallo después de la siembra. «Fe, pues, sin permitir que nos domine el desaliento; sin pararnos en cálculos meramente humanos. Para superar los obstáculos, hay que empezar trabajando, metiéndonos de lleno en la tarea, de manera que el mismo esfuerzo nos lleve a abrir nuevas veredas» (San Josemaría), que aparecerán de modo insospechado.

No esperemos el momento ideal para poner lo que esté de nuestra parte: ¡cuanto antes!, pues Jesús nos espera para hacer el milagro. «Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo alto puede hacer esperar un futuro menos oscuro», escribió Juan Pablo II. Acompañemos, pues, con el Rosario a la Virgen, pues su intercesión se ha hecho notar en tantos momentos delicados por los que ha surcado la historia de la Humanidad.

Rev. D. Llucià POU i Sabater (Vic, Barcelona, España)




 
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