Aspectos sacerdotales en el acontecimiento Guadalupano: vivencias sacerdotales de María.
Estamos ya en mayo, mes dedicado a Nuestra Madre y a nuestras mamás: que a éstas Dios las bendiga muchísimo y que Ella, la Gran Mujer y Madre del Señor Jesús, nos ayude a vivir con plenitud esta Pascua para que recibamos la efusión del Espíritu Santo con alegría, perseverancia y esperanza para seguir los caminos que el Espíritu va abriendo a la Iglesia y a la humanidad.
En estos días destacan, a nivel internacional, los muchos ataques y persecuciones a la Iglesia: en la India muchas iglesias católicas y templos cristianos destruidos y hermanos perseguidos; en los medios de comunicación, una andanada de denuncias contra la Iglesia al tenor que sea: ataques al Papa, a los sacerdotes; asuntos de la pederastia con exageraciones para desacreditar la vida sacerdotal y eclesial. El espíritu del mal no duerme y se ensaña contra la obra máxima del Espíritu Santo en el mundo: la Iglesia. Oremos con María para debilitar este poder y ayudar al triunfo definitivo de Cristo, el Señor de la historia. En nuestro Estado habrá elecciones; esto pide un gran discernimiento de nuestra parte para participar con dignidad en todo el proceso electoral. Y si se nos piden servicios a la ciudadanía para mejorar nuestra ciudad hay que contribuir para ofrecerle al Señor una ciudad digna para todos.
Va tocando a su fin el año sacerdotal: ¿qué tanto hemos avanzado en la comprensión del sacerdocio de Cristo; de nuestro propio sacerdocio; del sacerdocio de María..? En las siguientes consideraciones nos acercaremos a comprender las vivencias sacerdotales de María. Ella nos ayude a vivir nuestro respectivo sacerdocio en nuestra propia y específica vocación.
Primera consideración: María se ofrece al Padre para que haga su voluntad en Ella. Imaginemos a Nuestra Madre, jovencita, humilde, simpática. Recibe al arcángel San Gabriel quien le propone el plan Divino en el que Ella será punto de importancia capital. ¡Con qué sencillez acepta ser Madre de Jesús con todas sus consecuencias! Ofrecerse a Dios para hacer su voluntad de salvación es un aspecto sacerdotal muy importante en nuestra vida.
Aprendamos de María a ofrecer nuestros servicios a Dios.
Hagamos como los santos, como Juan Diego que le dijo a la Virgen que lo mandara con el Señor Obispo con la señal para que se realizara el plan Divino (N.M. 123) (Lc 1, 26-38).
Jaculatoria: Madre de Cristo Jesús, Sacerdote de la Nueva Alianza; ayúdanos a vivir nuestro compromiso bautismal sacerdotal como servidores de esa Nueva Alianza. Segunda consideración: María y San José ofrecen al Padre al Niño Jesús en el templo de Jerusalén. Unámonos a María y a José en ese acto sacerdotal tan deseado y tan inesperado en que el anciano Simeón les profetiza cómo “ese Niño” iba a ser fuente de vida o de destrucción para muchos.
Imaginemos al Padre Dios recibiendo la ofrenda de Su Hijo Amado… Imaginemos a María en el Tepeyac ofreciendo las flores al mensajero escogido para que se las llevara al Obispo como señal de la voluntad Divina. María, unida a Jesús, le ofreció al Padre la actitud de Juan Diego y el fruto que se seguiría de todo ese Acontecimiento… (Lc 2, 22-35). Tercera consideración: María ofrece a Jesús Su apoyo en la Cruz y le ofrece al Padre a Su Hijo Amado. María no escatimó dolores, privaciones, calumnias, desprecios, en el camino del seguimiento de su Hijo. Ella sí que vivió a plenitud su entrega sacerdotal a la Trinidad. Y en el “calvario” vivió su ofrecimiento más intenso tanto con el recorrido del vía crucis como al pie de la cruz, en la perforación del costado y corazón de Su Hijo y en el descendimiento de la cruz y la atención al Cuerpo destrozado del Señor. No ha habido dolor igual para ninguna mujer de la tierra como el dolor de María. Unámonos a su dolor y al de todos los sufrientes actuales.
Ella nos fortalecerá para consolar a otros (Jn 19, 25-27). María, en el Tepeyac, ofreció, y ofrece al Padre, el dolor de Juan Diego al no ser creído por el Obispo, el dolor de tantas muertes por las falsas concepciones que tenían antigua y actualmente de la Divinidad.
Cuarta consideración: María alaba a Dios en Su “Magnificat” y en toda Su vida. Una oblación agradable a Dios es nuestro agradecimiento, nuestras alabanzas, tributadas con amor porque reconocemos lo muchísimo que nos ha amado (Jn 3, 16). Una característica de todo sacerdote o acción sacerdotal es alabar a Dios por su magnificencia, sabiduría, compasión, ternura. Si alguien sabe alabar a Dios, proclamar sus maravillas, es María.
Ella lo hizo, lo hará y lo seguirá haciendo toda la eternidad. Es nuestra mejor educadora. Pidámosle nos enseñe a alabar a Dios con todo nuestro ser (Lc 2, 46-55) La imagen Guadalupana representa a María con paso de danza. Se nota muy bien en la postura de sus pies, en la flexión de la rodilla izquierda y las manos juntas. Con la danza alababan a Dios. María, con su postura en la imagen Guadalupana nos invita a bailarle, danzarle, alabar al verdaderísimo Dios por quien vivimos, como le decían los antiguos mexicas. Ensayemos con Ella. Ofrezcámosle a Dios nuestra alabanza… Quinta consideración: María apoya al Espíritu Santo para formar una comunidad reconciliada y unida. Ya en la vida de Jesús, María lo apoyó para formar su pequeña comunidad: la más cercana, con sus Apóstoles; las otras, con sus discípulos y discípulas.
Después del triunfo del Señor Ella siguió formándolos en la oración, en el servicio, en la “fracción del pan”. Esperó con ellos al Espíritu, y en Pentecostés fue llenada de la fuerza de “lo alto”. Durante la historia ha seguido caminando con la Iglesia y de una manera muy especial en el acontecimiento Guadalupano, el Pentecostés de este continente. Alabemos, ensalcemos, demos gracias.
Otras citas bíblicas: Hech 1, 12-14; 2, 1-12 y 42-47; Col 1, 15-20 * * * Vivamos con María nuestro sacerdocio; Ella nos enseñará a ofrecernos, junto con Cristo, al Padre.