"¡Ah, generación incrédula! respondió Jesús. ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho." Marcos 9:19 Cansancio
Jesucristo acababa de transfigurarse. Había estado en la cima del monte reunido con Moisés y Elías. Pedro, Jacobo y Juan habían sido los únicos espectadores de un momento único. Cristo mostró toda la gloria de su persona. Se sacó por unos minutos su ropa humana, y dejó traslucir toda la luminosidad de la Gloria de Dios. Un momento impactante.
Después hubo que bajar del monte. No sabemos cuanto tardaron, pero ningún descenso es rápido. Aquellos que hemos subido y bajado montañas sabemos lo cansador que puede ser el descenso. Finalmente, después de una larga y pesada caminata, el cuarteto de hombres llega al pie del monte y encuentra una multitud alterada.
Los discípulos estaban rodeados de un gentío excitado y violento. Gritos, insultos, acusaciones. La situación estaba tensa. Excusas, pedidos, incomunicació n. Los discípulos que hasta un tiempito atrás habían estado recorriendo Palestina sacando demonios, sanando enfermos y predicando el Reino de Dios; ahora no podían solucionar el reclamo de un padre desesperado. Su hijo estaba endemoniado y sufriendo muchísimo.
Intentaron pero no lograron solucionar el problema, no pudieron sacar el demonio y la ansiedad dio paso al reclamo violento. En medio de esa situación llega Jesucristo. Y todos a los gritos quieren explicarle la situación, exigiendo, disculpándose y echándoles la culpa a otros por los fracasos sufridos. Una situación caótica y descontrolada.
Ante tantos reclamos, se escucha de Jesucristo esta respuesta algo atípica en su lenguaje. Estaba cansado, agotado física y mentalmente. Solo deseaba llegar a un lugar tranquilo y sentarse a descansar. Estar en silencio y meditar. No quería escuchar griteríos ni multitudes, no tenía ganas de hacer milagros. Solo quería estar tranquilo.
Para mis días agotadores y sin descanso, siempre me imagino esa escena. Cuando Jesucristo se encuentra frente a la multitud que reclama, Cristo saca ganas de donde no tenía y soluciona el problema del padre y cura al hijo. Sana al endemoniado, despide en paz a la multitud, y recién allí puede descansar. Jesucristo sabe de cansancio, sabe de agotamiento, sabe de la necesidad de paz y de tranquilidad, de silencio y de quietud. Él sabe.
Por eso hoy quiere ofrecerte su Paz. Para tu día agotador y sin respiro, para tu trabajo extenuante, para tus problemas agobiantes, Cristo te ofrece su ayuda. Él ya estuvo allí.
REFLEXIÓN – Cristo entiende tu cansancio.
Un gran abrazo y bendiciones
Dany |