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Evangelio 19 de Mayo del 2010
Jesús ruega por los discípulos Juan 17, 11-19. ¡Cuánto necesita el mundo en estos días de la unidad en la oración! No hay unidad donde no hay amor, no hay unidad donde no está Dios.
Juan 17, 11-19.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo: Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.
Reflexión:
¡Qué intimidad tan profunda revelan las palabras de Jesús para con su Padre! Son las últimas palabras, la oración que da comienzo a su pasión.
San Juan nos hace participes de la visión de su corazón, que se dirige a su Padre en la cena de despedida: su petición la hace por los suyos, sus discípulos, los continuadores de su misión: Padre mío: que sean uno, como tú y yo.
¡Qué unidad más fuerte, más compacta puede haber, como la de la Trinidad: identificación de divinidad, de voluntad, unión en el Amor!
Ut Unum sint. ¡Cuánto necesita el mundo en estos días de esta unidad!
No hay unidad donde no hay amor, no hay unidad donde no está Dios. Cuánta guerra, cuánto odio, cuánta incomprensión, cuánto rencor, aun en la tierra donde vivió el príncipe de la paz, donde Dios encarnado dirigió a su Padre este deseo: presérvalos del mal.
Este mensaje proclamado por Cristo es el que los apóstoles han transmitido al mundo. Ellos son los testimonios de la verdad, de la paz, del perdón; la paz que el mundo NO TIENE, ni puede dar; más aún los ha odiado porque no son del mundo.
A nosotros los cristianos nos corresponde ser continuadores de esa misión: de hacer vida el nombre que llevamos: Cristianos, seguidores de Cristo, otros cristos, constructores, príncipes de la paz.
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