Señor,
ayúdame a ser una persona tan consciente, que me dé cuenta de mis propias limitaciones; tan valiente, que no me hunda ante las inevitables dificultades de la vida; y tan humilde que llegue a descubrir que sin Ti nunca sabré llevar mi cruz de cada día Haz, Señor, que cuando me llegue el dolor o la prueba, no la mire nunca como un castigo que Tú me envías, sino como una oportunidad que me brindas de poderte demostrar que mi amor es serio y que soy consecuente con la fe que profeso. Que el dolor, Señor, me haga cada vez más maduro como persona y como cristiano; que me haga más comprensivo con los demás; que me haga más amable, más tierno, más humano que cuando el dolor llegue a mi puerta, lejos de hacerme el mártir o de tomar actitudes de víctima propiciatoria, sepa repartir paz y alegría en medio de los que me rodean.
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