Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia
ROMA.- El ejemplo del padre José María Di Paola ("Pepe"), el cura de la villa 21, de Barracas, que hace un año fue amenazado de muerte por denunciar que en las villas la droga está despenalizada de hecho, llegó ayer al Vaticano. En la vigilia de oración que 15.000 sacerdotes de todo el mundo celebraron en la plaza de San Pedro por el cierre del Año Sacerdotal, su testimonio fue transmitido a través de una filmación proyectada en cuatro pantallas gigantes que conmovió a la multitud.
Las imágenes del padre "Pepe" jugando al fútbol con los chicos de la villa, celebrando misa o participando de una procesión popular, mientras su voz contaba cómo es la vida en la villa 21, reflejaron la realidad de un sacerdocio ejemplar, marcado por la entrega total a los más pobres, a los excluidos, con gran alegría.
El testimonio del padre "Pepe" fue el más aplaudido de los cuatro que pudieron verse en conexiones virtuales con párrocos de otras latitudes: al margen de Buenos Aires, hubo enlace con Ars, Jerusalén y Hollywood.
"En mi país, las favelas se llaman villas, y en mi villa viven 60.000 personas: hay hacinamiento, desocupación, subocupación, problemas migratorios y los jóvenes padecen el problema de la droga y la violencia", dijo el sacerdote argentino. "Nuestro trabajo es transmitir desde el Evangelio una propuesta. Hay muchos problemas, pero la fe católica es muy grande", agregó, hablando en porteño, traducido en forma simultánea en aparatitos que entregaban a los miles de sacerdotes venidos desde 91 países del mundo.
El padre "Pepe" habló de su trabajo junto a otros curas villeros para prevenir y recuperar a los jóvenes del "flagelo de la droga" y de la granja que "junto al pueblo" logró construir para ello. "En este lugar tan pobre, con tantas desigualdades, vivimos nuestra fe, y como sacerdotes nos sentimos muy felices de desarrollar nuestra fe aquí", concluyó, y envió, finalmente, un saludo "desde la villa 21" al Santo Padre y a los curas presentes en el Vaticano.
El testimonio del padre "Pepe" impactó. "¡Bravo!", gritó Aldo Bertinotti, un sacerdote de Turín, mientras los aplausos por el cura villero argentino invadían la plaza de San Pedro.
En medio del escándalo
"Lo del padre «Pepe» es maravilloso. Es un testimonio de coherencia. Es una persona comprometida, que está luchando. ¡Bienvenido su testimonio!" , comentó a LA NACION el padre Fernando Segaspe, un cura argentino, de 37 años, orgulloso de su compatriota, que estudia en esta capital, presente junto a otros varios argentinos, como el cardenal Estanislao Karlic.
La mayor concentración de religiosos vista hasta ahora -se veían curas de todas las razas y congregaciones, con clergyman o hábitos, religiosas y laicos-, coincidió con uno de los momentos más difíciles de la Iglesia por el escándalo de la pedofilia. "El escándalo nos hace bien; nos renueva como sacerdotes; nos enseña a ser humildes, porque, como dijo hace poco el Papa, en el fondo la gran persecución es dentro de la Iglesia; son sus pecados", dijo padre Ludovico Tedeschi, otro argentino oriundo de La Plata.
Cuando, pasadas las 21.30, el Papa se sumó a la vigilia de oración, la plaza de San Pedro estalló en aplausos y cánticos de "¡Be-ne-de-tto! ". El Pontífice, que hoy celebrará una misa solemne que cerrará oficialmente el Año Sacerdotal, alentó con sus palabras a los sacerdotes en un momento seguramente duro, como reconoció, y recibió de ellos todo el apoyo, en forma más que compacta.