Traía una mochila al hombro
y cansancio en los pies...
Sentado debajo un árbol, me miró con ojos dulces
...y me regaló una sonrisa.
Con voz educada y suave, me pidió un vaso de agua.
Mientras la tomaba, le ofrecí algo para llevar a su casa... -No tengo casa- me dijo,
mientras me miraba de nuevo con esa mirada dulce... profunda... transparente...
-deliciosa el agua!- dijo agradecido y sonriente,
como chiquillo a quien se le dió un dulce...
y me regaló una bendición...
Platicamos no sé cuánto tiempo...
mientras me bendecía una y otra vez,
pidiendo a Su Padre multiplicara todo lo bueno en mi vida, en mi familia, en mi hogar...
Sí... era Jesús!
No podía ser otro, porque al escucharlo bendecirme,
mi corazón saltaba en mi pecho...
Sí... era Él!
Lo supe cuando sus lágrimas me mostraron la ternura de su alma... Lo supe cuando con humildad, tocó mi mano para despedirse... mientras yo deseaba que se quedara...
Lo supe cuando lo vi por primera vez a los ojos...
Hoy me visitó Jesús...
Y me dejó un costal inagotable de bendiciones
a cambio de un vaso de agua, una pobre ayuda
y un poco de mi tiempo...
Hoy ví a Jesús por primera vez...
Y ya ansío volver a verlo!!!
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