Cada día es una caricia del amor de DIOS.
Dios, hasta hoy nos ha permitido despertar cada día,
es decir, abrimos los ojos, volvemos a la conciencia
de estar en este mundo, al despertar se nos abren
nuevamente los sentidos y podemos contemplar
todas las maravillas que Dios nos da
para que podamos ser felices.
Pero quizá no siempre ni todos los días despertamos
al amor de Dios, porque nos quedamos enfrascados
en los remordimientos, en los sufrimientos tanto
del pasado como del futuro, o el miedo a lo que vendrá,
pero la vida se nos da como el maná, sólo para cada día.
Despertar cada día es tomar conciencia de ese presente,
de ese instante en que somos amados por Dios,
que nos ama con amor eterno, y descubrimos que todo
es don de Dios que todo es una caricia de su amor.
Despertar cada día es conectar nuestra alma
a lo trascendente, conectarse con el Absoluto
que es Dios, y percibir lo relativo de la criatura,
lo pasajero que es este mundo.
Despertar cada día es saber que estamos
en el mundo pero que nos somos de este mundo,
que estamos de viaje, que somos peregrinos,
que somos forasteros en patria extraña.
Despertar cada día es conocer desde la fe
mi pequeñez y la grandeza del amor de Dios.
Despierta a éste nuevo día y estrénalo,
porque realmente es un nuevo día
con toda su grandeza con todo su esplendor,
descubriendo en las próximas horas
la caricia de Dios y el milagro que es estar vivo.
Idar Hidalgo Domínguez
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