"Ya le pedirán auxilio al Señor, pero él no les responderá; esconderá de ellos su rostro porque hicieron lo malo." Miqueas 3:4 (NVI) Escondido
Con Juampi y Connie antes que se duerman, solemos jugar a las escondidas. Acostados ambos en la misma cama, se tapan los ojos y hago que no los puedo encontrar. Ambos saben que aunque ellos no me vean, yo si puedo verlos, pero les encanta que revuelva la cama y los mueva de lugar buscándolos sin encontrarlos. Supuestamente, están escondidos y no puedo hallarlos.
Y aunque Dios siempre tuvo la vocación de buscar al ser humano, profetizó Miqueas que iba a llegar un momento en la historia cuando Dios se iba a esconder de los hombres. El pueblo de Israel se empeñaba en hacer las cosas mal. Hacer lo malo era simplemente, desobedecer a Dios. Y ellos se especializaban en llevarle la contra.
No importaba cuántas veces Dios los había llamado a la reflexión, ellos seguían tozudamente pecando. Por eso es que el profeta les avisa que el castigo estaba por llegar. Y Dios sería implacable. Cuando mande su juicio, no habrá manera de evitarlo. Y aunque el pueblo suplique por salvación, Dios no responderá. Esconderá de ellos su rostro, porque por su pecado estaban recibiendo el justo castigo.
Cuando llegó la guerra, el sitio y la deportación, el clamor fue intenso, pero Dios no respondió. Cumplió lo que había dicho. Estaba escondido. Había habido demasiado pecado.
Hoy miraba este texto y le agradecía a Dios que en este período de la Gracia, Dios ya no se esconde. Y por la obra maravillosa de Cristo, Dios siempre escucha y perdona. En lugar de darnos el justo castigo por nuestros pecados, cargó en Jesucristo toda la maldición, para que hoy pudiéramos disfrutar de su misericordia y perdón sin límites.
Pero hay algo que no cambió. El pecado sigue cortando nuestra relación con Dios. Aunque su perdón hoy sigue siendo infinito, cada pecado que cometemos nos corta la comunión con Dios. Y no escucha nuestros pedidos. A veces pensamos que porque Dios es bueno va a responder siempre. Pero nos equivocamos. Su Santidad sigue siendo tan importante como su Amor.
Por eso le duele tanto tener que esconderse ante nuestras súplicas. Un pecado alcanza para incomunicarte con Dios. La única manera de restablecer la comunión es pidiendo perdón. Hacelo.
REFLEXIÓN — No juegues a las escondidas.
Un gran abrazo y bendiciones
Dany
Stefy
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