LA ORACIòN
El llamado a la oración resuena en mi corazón. Me quedo quieta y me relajo. En la oración abandono todos los esfuerzos y descargo en Dios todos los deseos y necesidades personales. La luz de Dios borra todas las sombras. Todos los problemas se disuelven ante la sabiduría divina. Todos los errores se cancelan con el amor divino. Descanso en la presencia de Dios. La presencia de Dios ha hecho sonar el llamado a la oración. Cuando me vuelvo hacia Él, me insta la seguridad de poder ser la persona que de verdad deseo ser. Puedo alcanzar las cosas que ansío cumplir. Mi mente es receptiva a la luz divina; mi corazón, al amor divino; mi cuerpo, a la vida divina. Mi ambiente está lleno de la paz y la armonía de Dios. Mis asuntos son puestos en orden por el poder fecundo de Dios. En la oración estoy totalmente centrada en Dios.
(Gra Baq)
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