Confiemos en Dios.
¿Por qué no confiar en Dios, si Él es la Bondad infinita, es la Misericordia misma?
¿No nos basta que Jesús haya muerto de forma tan cruel para demostrarnos su amor por nosotros? ¿Qué esperamos para confiar en Él?
En realidad si desconfiamos de Dios y tenemos miedo a la condenación eterna, es porque no conocemos bien a Dios, porque si hemos sido o somos muy pecadores, los más pecadores de los hombres, no hay nada que temer, porque sabemos que Dios perdona cualquier tipo y número de pecados, con tal de que nos arrepintamos de corazón y vayamos a los pies del Señor y humildemente le pidamos perdón.
Él conoce nuestra debilidad y sabe que el demonio es muy astuto y que nos hace caer muy fácilmente, porque somos débiles y estamos muy inclinados al mal.
Pero lo que estaría mal de nuestra parte es quedarnos en el suelo, es decir, si tenemos la desgracia de caer en pecado, tenemos la obligación de levantarnos, de hacer una sincera confesión con un sacerdote y seguir en el combate. Y aunque caigamos una y mil veces, una y mil veces debemos acudir a la fuente de la Misericordia de Dios que es el Sacramento de la Confesión.
Dios no se cansa de perdonar, nosotros no nos cansemos de pedir perdón, y con el tiempo veremos que avanzamos en la vida de santidad y ya no caeremos tan frecuentemente, y la Misericordia de Dios nos habrá transformado de pecadores en santos.
Jesús, en Vos confío.