Mirada inocente.
Los niños tienen una mirada inocente, y la mirada es el espejo del alma. Por eso nosotros, los que queremos ser espiritualmente niños, también tenemos que cuidar nuestras miradas. Que al vernos los hombres a los ojos, sepan que están tratando con hombres y mujeres sin doblez y sin lujuria.
Hoy es muy difícil encontrar miradas puras, incluso entre los niños, porque el mundo y el demonio tratan de corromper ya desde la más tierna edad a los pequeños que tanto ama el Señor.
Ya que en el mundo cada vez hay menos niños realmente niños, tratemos nosotros de ser niños para que Jesús encuentre en el mundo donde posar su mirada y descansar en corazones amantes de su Corazón.
Y para imitar tenemos la mirada de María Santísima. Pensemos ¡qué mirada tendría la Virgen en todas sus etapas de la vida! Siempre una mirada pura e inocente superinocente. Imitémosla en todo lo que podamos, y así seremos agradables a Dios.