El día en que yo sea viejo
El día que yo sea viejo será el día en que seré más yo que el yo que soy hoy. No te pido paciencia para entenderme, pues algún día tendrás la dicha de estar en el camino de los sueños plateados.
Recordá las horas en que te enseñé a comer y deja que una sonrisa dibuje tu rostro, porque nos divertimos juntos y nos preocupamos por cosas que no tenían importancia.
Posiblemente cuando te hable, yo esté viendo al chiquito que siempre fuiste para mi, ese al que enseñé a caminar y al que subía sobre mis hombros para que vieras el mundo desde más arriba que yo. No te enojes con el presente, pues el presente es producto del ayer. Del ayer no podemos cambiar demasiado, pero sí del presente y si nos enojamos, distorsionamos el ahora y la posibilidad de cambiar las cosas.
Cuando yo sea viejo, seguramente pasaré horas sentado en algún lugar mirándome las manos entrelazadas. No te extrañe, quizás esté meditando sobre los giros de la vida,.... hacia la derecha,... hacia la izquierda, lo que hice, lo que no hice, lo que me gustaría hacer, lo que tal vez nunca haré...
Tus ojos se orientarán hacia lo nuevo que la vida va presentando a cada instante y es justo que así suceda, seguramente la tecnología, además de ser más compleja, será más fácil manipularla. Acordate cuando yo te enseñaba a leer y a escribir, base de nuestro complejo mundo de signos y símbolos, estabas ansioso por saber más y más, el mundo era un desafío. Vos eras el desafiante de la vida y yo me convertí en el desafiante de la muerte. Porque cuando uno tiene hijos (punto de inflexión cuando hay un niño en la casa), la vida atraviesa nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestros corazones. Heredamos a los hijos nuestra vida en la cotidianeidad de los días todo aquello que sea para su bien y su defensa, mientras que poco a poco, nosotros, los mayores, nos vamos preparando en medio de la lucha para un encuentro final en la vejez. Tu vida me sostiene así como yo te sostendré aún después de mi muerte.
Yo te enseñé muchas cosas que creí propicias para vivir en este mundo nuestro de cada día, con frases y palabras, con hechos y realidades, con sueños y fantasías, quiero que sepas que cuando me veas senil, también te estaré enseñando pero sin frases y sin palabras, solo con gestos del espíritu, otros sueños y fantasías, otros hechos y otras realidades.
No voy a perder la memoria y mis dichos no serán sin colores. Vos sos el producto de mis recuerdos y la memoria activa que juega en el mundo otra vez sus realidades. El día en que vos naciste, yo ya fui viejo. El día que llegaste a mi vida, me subiste un escalón más arriba, sentí que Dios me sonreía, y me quedé sin palabras cuando por primera vez me dijiste mamá
SEÑOR HAGASE EN MI SIEMPRE TU VOLUNTAD