¿Hemos visto el rostro de Dios?

Si a esta interrogante respondemos NO

Eso quiere decir que  no hemos: 

 

* Contemplado un amanecer o un atardecer

 

* Mirado el rostro o la sonrisa de un niño

 

* Sentido en nuestro rostro el rocío de una flor.   

¿Hemos sentido la presencia de Dios?

Si no lo hemos Sentido es porque no nos hemos dado cuenta que:

 

* Cuando tenemos frío los rayos de sol entibian nuestro cuerpo.

 

* El viento se abraza a nuestro cuerpo para recordarnos su existencia.

 

* El agua calma nuestra sed y hace más soportable el calor.

 

* Su abrazo a través de los brazos de un amigo cuando la soledad nos agobia.

 

* Nuestros Corazones se complacen más en Dar que en Recibir.

¿Hemos percibido a Dios?

Si contestamos NO , es secillamente porque no hemos: 

 

* Olido la fragancia de las flores que adornan nuestros jardines, nuestras casas u otros lugares que visitamos.

 

* Percibido el olor del mar que se alza y nos rodea  cuando caminamos por sus playas. 

 

* Tomado conciencia de nuestra respiración, tanto en la rutina diaria como al acostarnos y al despuntar el nuevo día. 
¿Hemos oído a Dios llorar?

 

Si nuestra respuesta es NO , entonces significa que :

 

* No hemos escuchado el llanto de un niño maltratado o abandonado.

 

* Lo hemos olvidado y le henos vuelto la espalda negándole nuestro apoyo.

 

* Vivimos para el mundo y no para Dios

 

* Nos hemos olvidado de  sus promesas y no cumplimos nuestros deberes.

 

* Pensamos en Dios ocasionalmente, cuando estamos enfermos o tenemos alguna necesidad. 

¿Hemos visto los ojos de Dios?

 

NO , sería una respuesta que deja de manifiesto que no nos hemos detenido

 

* A mirar la inmensidad de un Cielo Estrellado

 

* Buscar la inocencia en los ojos de un niño, la sabiduría en el rostro de un anciano.

¿Hemos escuchado la voz de Dios?

 

Un NO ahora sería gravísimo porque ello  podría indicarnos que :

 

* No hemos escuchado a nuestra conciencia, que nos hemos resistido a oir nuestra verdad interior.

 

Por eso no podemos reconocer a Dios, aunque siempre esta presente en todos los actos de nuestra vida, y a nuestra vera.

 

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