Casos de Bilocación del Padre Pío
La Bilocación puede ser definida como la presencia simultánea de una persona en dos lugares diferentes. Numerosos testimonios unidos a la tradición religiosa cristiana cuentan varios sucesos de bilocación atribuidos al Padre Pío. Éstos son algunos testimonios:
La Señora María, hija espiritual del Padre Pío, contó que su hermano, una tarde, mientras oraba, se durmió. De repente fuè golpeado con una bofetada sobre la mejilla derecha y él tuvo la sensación de sentir que la mano que lo golpeó fuera cubierta por un medio guante. Pensó enseguida en el Padre Pío y al otro día después de la misa se fue a saludarlo: “¿Es lícito dormirse cuándo se ruega”?, contestó el Padre Pío. Fue el Padre Pío quien lo “despertó”.
Un ex oficial del ejército, un día entró a la Sacristía y mirando al Padre Pío le dijo “Es justo él, no se equivoca”. se acercó, cayó de rodillas y llorando repitió – Padre gracias por salvarme la vida en el campo de batalla. Sucesivamente el hombre contó a los presentes: “fui un Capitán de infantería y un día, sobre el campo de batalla, en una hora terrible de fuego, algo lejos de mí vi a un fraile, pálido y de ojos expresivos, me dijo: “Sr. Capitán, aléjese de ese sitio” - Inmediatamente corrí y antes de que llegara, al sitio dónde antes me encontraba, estalló una granada enorme que abrió un remolino. Me volví hacia el monje para agradecerle pero ya había desaparecido”. El Padre Pío en bilocación le salvó la vida.
El Padre Alberto, a quien el Padre Pío conoció en 1917, contó: “Vi hablar al Padre Pío mientras se encontraba de pié cerca de la ventana con la mirada fija sobre la montaña. Me acerqué a él para besarle la mano pero él no se dio cuenta de mi presencia y tuve la sensación de que su mano estaba entumecida. En aquel entonces lo escuché que con voz muy clara, en el momento en que dio la absolución a alguien. Después de un instante el padre se sacudió como si se se despertara. Volteándose hacia mí, me dijo: – ¿Estáis aquí?, no me enteré de ello -. Algún día después llegó de Turín un telegrama de agradecimiento al Padre Superior por haber mandado al Padre Pío a asistir a un moribundo. Del telegrama se pudo intuir que el moribundo estaba muriendo en el momento en que el Padre Pío en San Giovanni Rotondo, pronunció las palabras de absolución. Obviamente el Superior no envió al Padre Pío al moribundo, sino que el Padre Pío lo visitó en bilocación.
Una familia americana vino de Filadelfia a San Giovanni Rotondo, en el 1946, para agradecer al Padre Pío. El hijo piloto de un avión de bombardeo, en la II Guerra Mundial, fue salvado por el Padre Pío en el cielo en el Océano Pacífico. El avión cerca de aterrizar en el aeropuerto, después de haber efectuado un bombardeo, fue golpeado por los cazatorpederos japoneses. “El avión” – contó el hijo, “Se precipitó y estalló apenas que la tripulación pudiera tirarse en paracaídas. Solamente yo, no sé como, logrè salir a tiempo del avión. Traté de abrir el paracaídas pero no se abrió; me habría estrellado, por tanto, al suelo si de repente no hubiera comparecido un fraile con la barba que tomándome entre los brazos me depuso dulcemente delante de la entrada del mando de la base. Imagináis el estupor que provocó mi cuento. Fue increíble pero mi presencia “obligó” a todos a creerme. Reconocí al fraile que me salvó la vida cuando, un día, mandado con permiso, llegué a casa y mi madre me enseñó la fotografía del Padre Pío, el fraile a cuya protección en sus oraciones y lágrimas de madre me había encomendado. ¡Qué grande e importante es la oración de una madre!
Una señora, mujer de un empresario naval, era huésped de su hija en Bolonia. Tenía un tumor maligno en un brazo y la señora con la ayuda de su hija decidió hacerse operar. El cirujano aconsejó tener paciencia y esperar, por lo tanto posteriormente fijaría la fecha para la intervención quirúrgica. En la espera el marido de la hija mandó un telegrama al Padre Pío; suplicando por la salud de su suegra. A la hora en que el telegrama llegó a manos del Padre Pío, la señora, que estuvo sola en el cuarto de estar de la casa de la hija, vio abrir la puerta y entrar a un fraile capuchino. “Soy el Padre Pío de Pietrelcina” le dijo. Después de preguntarle algunas cosas del cirujano, la exhortó a tener confianza en la Virgen, el Padre Pío le hizo una señal de la cruz en el brazo, por lo tanto, saludándola, salió. La señora llamó a la camarera, la hija y el yerno. Preguntó porque hicieron entrar al Padre Pío sin anunciarlo, pero le contestaron que no lo vieron y que, en todo caso, no abrieron la puerta a nadie. Al día siguiente el cirujano visitó a la señora para prepararla para la operación, pero no encontró ningún tumor. El tumor se desapareció apenas el Padre Pío le dio la bendición.