Obstinación
Salmanasar, rey de Asiria, atacó al rey Oseas de Israel. Invadió el país entero, marchó contra Samaria y sitió la ciudad durante tres años. Cuenta la historia que el sitio a Samaria fue uno de los más terribles y cruentos de la humanidad. El país quedó devastado, las finanzas en quiebra, el ejército aniquilado y los sobrevivientes deportados a Asiria. Un terrible final para el pueblo de Dios. Pero lo que les sucedía no fue una sorpresa. Dios lo había anticipado.
Desde Jeroboam, el primer rey de Israel hasta Oseas, todos se esforzaron en contradecir a Dios, en impulsar la adoración a los dioses falsos vecinos, en ofender a Dios y en cambiar sus principios. Frente a esta conducta tan reprobable, Dios enviaba a sus profetas para hacerlos recapacitar y los llamaba al arrepentimiento.
Pero en lugar de ser razonables, se obstinaban en alejarse más de Dios. Y generaban un insano círculo vicioso. Más pecado los alejaba de Dios, quien los llamaba al arrepentimiento. Ellos no querían escuchar y en respuesta pecaban más y así se alejaban más de Dios. Y quedaron en la historia como la generación de la tontería.
Fueron tan tercos que no quisieron cambiar sus malos hábitos. Y sufrieron las consecuencias. Y esa es la razón de todos sus males: Terquedad. Dios sabe que el ser humano va a pecar, porque está en su naturaleza. Y le es imposible mantenerse limpio. Pero el amor de Dios es tan grande que está dispuesto a perdonar si ve arrepentimiento. Su grandeza es tan amplia como la estupidez humana, que en lugar de aceptar el regalo divino, se obstina en querer seguir equivocándose.
Hombres tontos que pensaron que eran más inteligentes que Dios, y quisieron imponer sus reglas de juego. Sin darse cuenta que lo único que lograban era complicarse la vida. En lugar de confiar en la inteligencia de Dios, confiaron en su juicio. Y así les fue.
Hoy la situación no cambió mucho. Seguimos siendo personas tercas, que nos obstinamos en llevarle la contra a Dios. Solo basta analizar tu última semana para confirmar esta afirmación. Por eso es que Dios hoy vuelve a llamarte a la reflexión. Recapacitá y escuchá a Dios.
REFLEXIÓN — No seas obstinado.
Un gran abrazo y bendiciones
Dany
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