Meditación breve
Dios siempre sabe lo que te conviene. Una de las causas de nuestro desaliento son esas caídas que tenemos, aunque no sea en cosas graves. Si aplicamos la mirada, encontramos que esa amargura y desaliento no provienen muchas veces del puro amor a Dios sino del puro amor a nosotros mismos; de esa secreta estimación, tan sutil y tan sagaz, que nos hace orientar nuestra intención a la búsqueda de la gloria y la santidad por nosotros y para nosotros, y no por Dios ni para Dios. Pues bien, en estos casos no hay que desalentarse, hay que saber volver a empezar. El enemigo de nuestras almas, el desaliento, junto con nuestro propio aprecio y estima, nos hace ver todo negro y nos presentan el fracaso sin remedio. Pero no es así. Con Dios siempre existen recursos. Todo se puede reparar mientras dura la vida. Volver a empezar; no huir corriendo al primer golpe. Recuerda: siempre podemos ser mejores, ¡siempre podemos volver a empezar! de la red
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