En el atardecer de mi vida se abrió la flor de la fe, envuelta en la esperanza la veo cada día crecer. Yo , humilde vasija de barro ante tal poderoso Rey, sin merecer gracia alguna, sin mérito alcancé, la misericordia del Padre, y en su amor pude ver: caridad de caridades, que quiero aprender: amar, como ama el Padre, para el pecado vencer. Ya no me siento abatida, mi desesperación se fue no soy una abandonada, ni aniquilada seré. Porque llevo a todas partes los sufrimientos de Él, de Jesús, el Nazareno, el redentor y sumo bien. Abunde en mí la gracia sírvale todo mi ser, con alegría y llena de gozo, alabarlo es mi querer. Para contagiar a este mundo, y juntos agradecer, a éste bendito Padre del Cielo. ¡Gloria, honor y poder!
Autor:
Alicia Beatriz Angélica Araujo
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