DOMINGO XXXII
“…………Tu en cambio nos resucitarás para la VIDA.” (Mcab.7,914)
( Mcb.7,1-2.9-14;2ª Tesal.2,13-3,5;Lc.20,27-38)
Ya han cesado en su a coso a Jesús el grupo de
los Fariseos. Le seguían como una sombra oscura para encontrar en El algún fallo de qué acusarle ante los tribunales y han tenido que urdir acusaciones falsas para llevarlo a la cruz.. El buen Maestro no era un trasgresor de la ley sino que tenía prioridades y aunque fuera el Sabat El prefería curar al hombre. Siempre, el ser humano primero.
En vista de los escasos resultados de los fariseos, hoy aparece en escena otro grupo de gente más importante, los Saduceos. Estos no creen en la resurrección. Para ellos no hay otra vida. Esto será el nudo de su enfrentamiento con Jesús. Siguen una táctica muy antigua: negar aquello que no sean capaces de creer. Buscan razones para poner en ridículo aquello que no quieren admitir porque tendrían que cambiar de postura e incluso de estilo de vida.
Le presentan un caso ilógico y sumamente extraño: “….. una mujer queda viuda y según la ley de Moisés ha casarse con el hermano de su marido difunto. Este también muere y hasta siete hermanos que eran…” y esta es la pregunta de los Saduceos: En la otra vida ¿de cual de ellos es la esposa?”
Jesús le aclara, aunque ellos no buscan claridad, que la vida de aquí, de la tierra, no es como la vida del más allá, vida de la resurrección y que las leyes biológicas sólo tienen validez dentro de nuestra historia en la tierra. La diferencia no está en más o en menos sino en la CALIDAD DE UNA Y DE OTRA. No consiste en sobrevivir o en trasladar esta vida más allá sino que consiste en RESUCITAR. La vida en Dios es la vida de resucitado donde no habrá leyes biológicas Un ejemplo tenemos en Jesús que su ser resucitado entraba donde están los apóstoles sin llamar. Habían estado tres años con El pero no le reconocían. Los resucitados, entre ellos nuestros seres queridos, no están pero SON y viven en Dios donde nos espera la FELICIDAD por lo siglos de los siglos.
Nuestro Dios es un Dios de vivos que no de muertos
No creeré en el Dios que sorprenda al hombre en un pecado de debilidad.
En el Dios que ame el dolor/ o encienda una luz roja a las alegrías humanas.
No creeré nunca en el Dios que esterilice la razón del hombre/ o en el Dios mago y hechicero. No, no creo en un Dios que bendiga a los nuevos Caínes y Herodes de la humanidad. “Creo en la resurrección de los muertos y en la VIDA ETERNA” porque tú, mi Dios de Jesucristo, eres un Dios de vida y no de muerte.