Escucha
Estos últimos años, el incremento de líneas de celulares ha superado ampliamente las expectativas. Se estimaba hace cuatros años que el mercado de celulares estaba centralizado en personas con un rango de edad entre 20 y 50 años. En los últimos dos años, la publicidad y la demanda fueron tan grandes que se amplió este rango a no tener límites. Se promociona con fuerza en Argentina antes de comenzar el período escolar primario, la necesidad de comprarles un celular a los chicos que comienzan a ir al colegio.
Se estima que en la Argentina existe una línea de celular por cada. Obviamente esta presunción es falsa, ya que es muy posible que muchos habitantes de las grandes ciudades tengan varios celulares y otros ninguno.
Pero la realidad es que en este siglo de la tecnología, tenemos altas posibilidades de comunicación. La conexión entre personas cada vez es más sencilla y fluida. Sin embargo esta tendencia a la comunicación horizontal no es replicada en la comunicación vertical.
Somos consumidores de celulares, facebook, mails, mensajitos, twiter; pero difícilmente somos hombres o mujeres de oración. Perdimos el hábito de hablar con Dios. Podemos conversar durante horas, pero difícilmente utilicemos más de tres minutos consecutivos para hablar con Dios. Este problema no es nuevo, ya en tiempos de Miqueas las personas se habían olvidado de orar.
Y para refrescar esa sana costumbre, el profeta nos recuerda los elementos que sostienen el hábito de orar:
Primero la esperanza en Dios. No es una confianza infundada. Oramos a un Dios 100% fiel, poderoso y victorioso. Contamos con el aliado más poderoso del universo y podemos tener la seguridad que el amor de Dios que se manifestó en nuestra salvación se replica en cada oración que elevamos al Trono de la Gracia.
Lo segundo es la seguridad que Dios siempre escucha. Su oído siempre está atento al clamor de sus hijos. No hay oración que Dios no escuche y como es un Padre amante, siempre atiende a nuestros requerimientos.
A pesar de esto, dejamos de orar. Hoy Miqueas nos alienta a recuperar este hábito necesario y vital. No podemos seguir viviendo incomunicados de Dios. Comencemos ahora mismo a activar nuestra comunicación vertical.
REFLEXIÓN — Dios te escucha, si le hablás.
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