viernes 18 Febrero 2011
Viernes de la VI Semana del Tiempo Ordinario Santo(s) del día : Santa Bernardita Soubirous
Ver el comentario abajo, o clic en el título San Agustín : «Sígueme» (Mt 9,9)
Libro de Génesis 11,1-9.
Todo el mundo hablaba una misma lengua y empleaba las mismas palabras. Y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: "¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y pongámolos a cocer al fuego". Y usaron ladrillos en lugar de piedra, y el asfalto les sirvió de mezcla. Después dijeron: "Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos por toda la tierra". Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y dijo: "Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros". Así el Señor los dispersó de aquel lugar, diseminándolos por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad. Por eso se llamó Babel: allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra.
Salmo 33(32),10-11.12-13.14-15.
El Señor frustra el designio de las naciones y deshace los planes de los pueblos, pero el designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia! El Señor observa desde el cielo y contempla a todos los hombres; él mira desde su trono a todos los habitantes de la tierra; modela el corazón de cada uno y conoce a fondo todas sus acciones.
Evangelio según San Marcos 8,34-38.9,1.
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles". Y les decía: "Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia Sermón 96,9
«Sígueme» (Mt 9,9)
En este mundo, es decir, en la Iglesia que toda entera sigue a Cristo, éste nos dice a todos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo». Porque esta orden no está destinada sólo a las vírgenes, excluyendo a las mujeres casadas; a las viudas, excluyendo a las esposas; a los monjes, excluyendo a los esposos; a los clérigos, excluyendo a los laicos. Es toda la Iglesia, todo el Cuerpo de Cristo, todos sus miembros diferenciados y repartidos según sus tareas propias, que deben seguir a Cristo. Que toda entera le siga, ella que es la única, la paloma, la esposa (Ct 6,9); que le siga ella, la rescatada y dotada por la sangre del Esposo. Aquí tiene su sitio la pureza de las vírgenes; aquí tiene su sitio la continencia de las viudas; aquí tiene su sitio la castidad conyugal...
Que sigan a Cristo estos miembros que tienen aquí su lugar, cada uno según su categoría, cada uno según su rango, cada uno a su manera. Que renuncien a sí mismos, es decir, que no se apoyen sobre sí mismos; que lleven su cruz, es decir, que, por Cristo, soporten en el mundo todo lo que el mundo les va a infligir. Que le amen a él solo, el único que no decepciona, el único que no es engañado, el único que no se engaña. Que le amen porque lo que él promete es verdad. Pero la fe vacila porque no lo da ahora; continúa, persevera, soporta, acepta esa espera, y has llevado tu cruz.
| |