UNA ALIANZA ETERNA CON MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DE MISERICORDIA
¡Oh María! María, Templo de la Trinidad, María, hogar del fuego divino, María, Madre de Misericordia. Tú llevaste el fruto de vida; salvaste al género humano, pues ha sido con tu carne que Cristo nos redimió. Sí, Cristo nos redimió por su Pasión, y Tú, por los dolores de tu alma y de tu cuerpo!
¡Oh María! Océano tranquilo, María, fuente de paz! María, vaso de humildad, donde brilla la luz de la verdadera ciencia que te elevó más allá de Ti misma. Tú encantaste al Padre celestial y El te raptó, te cautivó por el vínculo de un amor inefable, y por esa luz, el fuego de tu caridad, la llama de tu humildad, Tú misma lo subyugaste y forzaste Su divinidad a descender sobre Ti.
¡Oh María! El Señor Dios todopoderoso tocó a tu puerta y si Tú no le hubieras abierto con tu voluntad, no habría tomado naturaleza humana. Mi alma se alegra al ver que que Dios ha hecho contigo un pacto y una Alianza eterna.
¡Oh María! Bendita entre todas las mujeres, a través de los siglos, porque nos has dado tu esencia. La Divinidad tanto se unió e incorporó por Ti a nuestra humanidad, que nada ahora puede separarlas, incluso ni la muerte ni nuestra ingratitud. Ya que, como la Divinidad siguió unida al Cuerpo de Jesucristo en el Sepulcro, luego a su Alma y a su Cuerpo después de la Resurrección, nuestra alianza con Ella no se rompió nunca, y no lo será tampoco nunca durante toda la eternidad.
Santa Catalina de Siena (1347-1380). Primera mujer declarada Doctor de la Iglesia por Pablo VI en 1970, Extractos de una oración hecha en Roma, el día de la Anunciación Virgen.
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