Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mc 12, 28-34
En aquel tiempo, uno de los letrados se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contestó: El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos. Le dijo el escriba: Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
Oración introductoria
Señor Jesús, amigo y creador mío, te agradezco por permitirme una vez más encontrarme contigo; te agradezco por todos los dones que me concedes. Te pido por todos aquellos que buscamos acercarnos más a ti y por aquellos que quieren encontrar un sentido a la vida. Pongo en tus manos todas las intenciones de mi corazón para que por intercesión de nuestra Madre, María, se cumpla tu amorosa Voluntad en mi vida.
Petición
Señor que al escuchar tu palabra abra mi corazón para ponerte al centro de mi vida y que te exprese mi amor con actos concretos de caridad a mi prójimo.
Meditación
“Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Dios”. Queridos hermanos y hermanas, esta célebre afirmación de san Agustín (cf. Confesiones, 1, 1) se puede aplicar no sólo a nuestro corazón, sino también a la vida social, en todas sus expresiones. Cuando falta Dios, desaparece la paz dentro y fuera del hombre, porque se deteriora el principio de la unidad. El hombre se postra ante miles de ídolos y termina dividido en sí mismo, volviéndose esclavo de las cosas. ¿Tenemos que maravillarnos, pues, de que la humanidad se convierta en un triste escenario de guerra, y de un sinfín de violencias y tragedias? «Yo, el Señor, soy tu Dios... No habrá para ti otros dioses delante de mí» (Ex 20, 2-3). El primer mandamiento del Decálogo es el fundamento de todos los demás y de la misma existencia humana. Queridos hermanos y hermanas no se trata de la pretensión de un tirano, ni del arbitrio de un déspota; es, más bien, la voz apremiante del Creador que, a pesar de nuestras infidelidades, jamás se cansa de tratarnos como hijos. Reconocer su señorío es, por tanto, nuestro primer deber, es la condición misma de nuestra salvación (Juan Pablo II, Ángelus, 14 de marzo de 1993). Cristo nos invita a que le amemos con toda nuestra vida; con todo nuestro corazón, inteligencia y ser. Impulsados por ese amor al Señor le podremos encontrar y ver, también, en nuestros hermanos. De esta forma lograremos amar a Dios en nuestros hermanos seguros de que eso vale más que mil sacrificios y renuncias. Esa es la mejor forma de estar más cerca del Reino de los cielos.
Reflexión apostólica
Es necesario iluminar y transformar nuestra vida diaria a través de la luz que nos brinda la verdad de la Palabra de Cristo. Ser cristiano significa vivir con plenitud nuestra vocación al amor, pues como decía el apóstol San Juan: “si alguno dice que ama a Dios a quien no ve, pero odia a su hermano a quien ve, es un mentiroso” (cf. 1Jn 4, 20). Vivamos estos días cercanos a la Semana Santo acompañando a Cristo con nuestra oración y caridad. Demostrémosle a Cristo nuestra Fe con el amor a nuestro prójimo.
Propósito
Ofreceré a Dios un pequeño sacrifico en la mesa por aquellas personas con las que he podido tener algún tipo de problema.
Diálogo con Cristo
Gracias Jesús porque una vez más iluminas con tu Palabra mi vida. Te pido que yo no sea sordo a tu voz, ni egoísta en mi vida; que sepa en todo momento tenerte a ti como único centro de mi vida para vivir en el servicio a mis hermanos.
El amor cristiano al prójimo, puro y universal, surge de su misma esencia del amor a Cristo que ha entregado su vida por nosotros» Card. Joseph Ratzinger, Cooperadores de la Verdad, Meditación del día 24 de mayo
|