Escudo
Desde que comenzó la rebelión del pueblo libio contra Kadaffi, se han contabilizado cientos de muertos. La guerra entre las tropas leales a Kadaffi y los revolucionarios, más los bombardeos de los aliados han dejado varios centenares de cadáveres. La guerra tiene este triste saldo, siempre hay pérdidas en ambos bandos.
En los tiempos de David, la guerra era igual de sangrienta, y las armas igual de letales. Pero como el combate era cuerpo a cuerpo, la defensa era algo más sencilla. Todo soldado sabía que una buena espada era necesaria para poder atacar, pero un buen escudo era la única y mejor defensa. Nadie sobrevivía si atacaba sin escudo.
Pero había una limitación, el escudo solo servía para proteger la parte delantera del soldado. Su espalda estaba siempre desprotegida. No había escudos para la espalda. Así que dependía de la ayuda de sus compañeros para cuidar su retaguardia. Con esta idea en la cabeza, que la había visto en cada batalla, David escribe este salmo para aplicarlo a una lección espiritual.
Dios es nuestro escudo. Es quien nos protege de los ataques del enemigo. Es la barrera que detiene las amenazas y las agresiones que el diablo siempre trama en contra nuestra. Es también nuestro escudo para protegernos de la tristeza, de la depresión, de la soledad, de los fracasos, de la angustia o de las frustraciones.
Pero la ayuda de Dios, tiene una condición. Igual que el escudo de la antigüedad, solo es efectivo cuando quien lo utiliza cumple con un requisito. Para David era la solidaridad del equipo de combate; para el cristiano de hoy, la condición que Dios pone es la rectitud del corazón. El escudo de Dios solo es efectivo en aquellos que tienen un corazón recto, un corazón limpio, un corazón santo.
Porque la bendición de Dios siempre está condicioada a nuestra actitud. Nos regaló la salvación, pero nos condiciona las bendiciones posteriores. Dios no malcría hijos caprichosos, ni tiene nietos. Dios tiene hijos de quienes demanda respeto y obediencia. La rectitud, no es una opción. Es una obligación. No es una propuesta que podemos tomar cuando estamos de buen ánimo o con ganas. Es una responsabilidad cotidiana que Dios nos demanda.
¿Querés tener la protección de Dios?
REFLEXIÓN — Que tu escudo sea efectivo, depende de vos.
Un gran abrazo y bendiciones
Dany