La visita a los abuelos
Hace poco en un debate en televisión una contertuliana de mediana edad recordaba como se ha perdido la costumbre de hacer visitas a los abuelos. Le damos la razón. Hemos de reconocer que en grandes ciudades es una realidad la queja que aportaba mi contertuliana. Hoy, entre las distancias, algunos fines de semana con los chiquillos enganchados al facebook o a otras redes sociales y video juegos se pierden magníficas oportunidades para el enriquecimiento que supone el trato con los mayores.
También se observa que algunos abuelos, cuando ven que sus hijos o nietos no acuden a ellos optan por el retraimiento y tampoco les invitan por miedo a no molestar.
Es una pena perder esta convivencia con los mayores que, aparte de ser un pozo de sabiduría, tienen desarrollada al máximo su capacidad de amar que, canalizada a través del tiempo dedicado a los nietos, es un gran bien para el matrimonio y los nietos.
Tampoco favorece esta situación a los chiquitines ya que pierden momentos especiales de lenguaje no verbal y ternura de los abuelos que son únicos en repartir caricias, abrazos, tiempo de regazo y, no beneficia tampoco a los adolescentes, por la gran comprensión de los mayores hacia sus cambios de humor o cambios físicos y psicológicos propios de esta etapa y que a veces pueden resultar incómodos a los padres jóvenes pero no a los abuelos por las experiencias vividas.
Recuperemos la costumbre de la visita, no como en épocas pasadas en que el abuelo sentado en un sillón esperaba que los nietos le besaran la mano ("hacer la amistad", se decía en mi tierra), sino este tiempo de gozar de abuelos, no sea que ellos al retraerse, se queden sin la posibilidad de dar cariño y aportar la sabiduría, acumulada con los años, y los hijos sin su cariño y comprensión.
Victoria Cardona
Fuente: Fluvium