Etimológicamente significa “deseoso de Dios”. Viene de la lengua latina.
Este joven obispo murió en el año 603 tal día como hoy. Dados sus méritos, sus virtudes y su entrega sin condiciones a los demás, aceptó ser obispo muy joven.
Cuando su apostolado era brillante y todo el mundo le profesaba un gran cariño, se le presentó la terrible Brunehaut, la mujer que gobernaba Austrasia en nombre de su nieto Thierry II que contaba tan sólo con quince años.
Didier no tenía pelillos en la lengua. Por eso no le quedó más remedio que atacar con dureza los vicios de la corte, sobre todo los estupros y todos otros escándalos por el estilo.
La Brunhault, por su cuenta, convocó un concilio en Chalon con la única intención de que este hombre de Dios se callara. Era el año 602.
El santo obispo se encontró frente a una mujer llamada Justa – que de su nombre sólo tiene las letras – que se quejaba ante todos de que Didier la había violado.
Para confirmar su afirmación, se llevó a un empleado de Thiérry, para decir que él fue testigo de la violación.
Hablasen lo que hablasen los obispos de Lyon y otras ciudades, la sentencia ya estaba predeterminada.
A su término, Didier fue condenado al exilio. Pero resulta que la mujer y su cómplice murieron a los tres años de su falsa acusación. La reina vio en ello un castigo del cielo. Temiendo igual suerte para ella, hizo que Didier volviera a su sede episcopal.
De nuevo volvió a condenar a la reina por sus intrigas y malas intenciones.
Cansada y enfurecida, mandó a los soldados para que no hablara. Entraron en la catedral, lo cogieron y lo mataron a pedradas fuera del pueblo que lleva su nombre. Dos años más tarde, el rey Clotario II arrastró a Brunhault por los cabellos atados a un caballo.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Comentarios al P. Felipe Santos:
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