Mensaje de Misericordia
Oculto en el sacerdote.
El trono de la Misericordia divina es el sacramento de la confesión, pues allí el alma que se acerca con arrepentimiento y humildad, recibe la Misericordia de Dios en abundancia.
Cuando vayamos a confesarnos, pensemos que no vamos a hacerlo con un hombre, sino con el mismo Jesucristo, pues esa es la realidad. Y aunque el sacerdote tenga sus defectos, incluso muchos, el Señor sabrá valerse de él para darnos su perdón y alguna palabra oportuna.
Tomémonos un tiempo antes de ir al confesionario, preparándonos con un sincero examen de conciencia de los pecados que cometimos desde la última confesión bien hecha, no para atormentarnos por ellos, sino para arrepentirnos con humildad, e ir con alegría al sacerdote y confesarlos todos, primero los más difíciles y vergonzosos, sin callarnos ninguno voluntariamente, porque Dios en ese mismo momento destruirá para siempre todos nuestros pecados, y estaremos llenos de paz y alegría espiritual después de cada confesión.
Confesémonos frecuentemente, al menos una vez al mes, aunque por gracia de Dios no hayamos cometido faltas graves, igual vayamos a confesarnos, porque este sacramento es como un baño purificador y un bálsamo que cura todas nuestras heridas pasadas e inconscientes.
Jesús, en Vos confío.