Vivir católico
Si no rezamos...
Si no rezamos todos los días al menos algunas oraciones como por ejemplo las tres avemarías, o mejor aún el Santo Rosario, estamos en grave peligro y nuestra condenación es segura. Porque como bien ha dicho San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva y el que no reza se condena”.
A través de la oración nos vienen todas las gracias y auxilios del Cielo, para poder vivir esta vida bien, y para atraer la benevolencia de Dios sobre nosotros y nuestros seres más queridos.
El arma de la oración jamás se nos debe caer de las manos, sino que debemos empuñarla en todo tiempo, porque es con ella que se vencen las astucias del Maligno y se obtiene toda clase de gracias y favores celestiales, y hasta materiales y terrenales también, porque Dios sabe que necesitamos también lo material para vivir, y Él provee a todas nuestras necesidades, pero solo si rezamos mucho.
Si dejamos de rezar, cada vez estaremos más atados a lo material, y lejos de Dios. Y sabemos muy bien que si nos alejamos de Dios, no quedamos solitos, sino que se acerca Satanás y nos tienta, y sin la fuerza de la oración, seremos miserablemente vencidos y dominados.
Tomemos el ejemplo de Jesús, que siendo Dios, no dejó de orar día y noche, noche y día, y por largos días, para cumplir bien su misión aquí en la tierra.
Ya Jesús nos dice en el Evangelio que vigilemos y oremos para no entrar en tentación. Y en otro lugar nos dice que recemos incesantemente para escapar de los castigos que están para abatirse sobre el mundo.
Si con todos estos avisos del Señor, de los Santos y de la misma Madre de Dios, que por todas partes se aparece invitando a la oración y a la conversión; digo, si con todas estas advertencias no rezamos, entonces no podemos culpar a Dios de nuestra ruina espiritual y material que, antes o después llegarán a nuestra vida.
El alma que deja de rezar, poco a poco se va pudriendo, y aunque por fuera no se note, es como la fruta que se va pasando de madura y cuando cae a tierra se corrompe y termina en el basurero. Así también nosotros, si dejamos de rezar, nos iremos corrompiendo en el alma, y terminaremos en el Infierno.