¿Alguna vez te has sentido solitario a causa de tu fe cristiana? ¿Tienes los suficientes compañeros en el camino a la santidad? Cuándo Jesús dijo (como vemos en la lectura del Evangelio de hoy) que el camino al cielo es estrecho, él tenía una docena de amigos que vivían en comunidad con él, varias amigas (a veces incluyendo a su madre), y un gran contingente de seguidores que aprendieron lo suficiente de él como para salir y predicar, sanar y arrojar demonios.
Pero el camino al Calvario lo iba a pasar bastante solitario.
La santidad es un camino tormentoso para viajar, no sólo porque seguimos tropezándonos sobre nuestras propias tendencias a pecar, pero también porque conocemos a compañeros de viaje que escogen no aguantar hasta el final. Chocamos también con los perros y cerdos que mencionó Jesús -- personas que no quieren aceptar la verdad acerca de la vida en Cristo ni poner un esfuerzo total para llegar a ser más santos. Ellos se unen a nosotros en este camino pero atacan a la fe o nos atacan a nosotros dejándonos sentados sobre los bordes del asiento fatigados y heridos.
Y mientras esperamos que alguien venga y cure nuestras heridas, nos damos cuenta de que muy pocos se paran para ayudar, muy pocos entiende nuestras necesidades, y muy pocos han curado lo suficiente sus propias heridas como para darnos lo que necesitamos. ¿Sería la intención de Dios que nos sintiéramos tan solos? ¡No, porque no estamos solos!
Cuándo Jesús necesitó más de sus amigos, los cuales fueron muy pocos o tenían mucho sueño o se marchaban, él iba al Padre. Siempre nos vamos a sentir algo solitarios en este mundo, porque el abrazo del Padre DIOS no es un abrazo físico, pero nunca nos vamos a sentir solos. El hábito de oración profunda nos pone en contacto con la realidad de que Dios está con nosotros paso a paso. Jesús está a nuestro lado, sosteniéndonos de la mano, besando nuestras heridas, llorando cuando estamos lastimados, riéndose de nuestros chistes, bailando en nuestras alegrías.
El compañerismo humano es igualmente importante. Jesús les dedico su tiempo a los que permanecieron cerca de él. Aún mientras él sufrió en la cruz, él experimentó el amor eterno y la lealtad de dos: su madre y Juan. ¿TU, al estar colgado en tu propia cruz, quién está a tus pies llorando? Si no puedes ver a nadie allí, pídele a Jesús que te abra los ojos.
Cuándo Jesús prometió que él nunca nos abandonaría, su intención fue cumplir esto por medio de la presencia terrenal, el Cuerpo de Cristo en la tierra, que es nuestra comunidad cristiana. Pero nosotros queremos que nuestros Juanés sean Jesúses. Queremos que nuestros compañeros en el camino sean ya perfectamente santos. Y pues así seguimos nuestro camino sin verlos y nos perdemos de lo que Dios nos está ofreciendo por medio de ellos.
Recuerda que Jesús a menudo asistió a cenas. El compañerismo alegre es una manera importante para lograr conocer a los que están en camino al cielo. Nosotros no encontraremos a nuestros compañeros de viaje sentados solos en nuestros cuartos de oración. El tiempo a solas con Dios es necesario, pero es mejor es estar utilizando el otro tiempo libre para mejorarnos e involucrarnos con los compañeros que él nos está proporcionando.
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