Misión de los doce apóstoles Mateo 10, 1-7. Tiempo Ordinario. Ser mensajeros del amor de Dios con nuestra vida, nuestro modo de actuar, de hablar, de pensar. Autor: H. Mario Carrillo Tapia | Fuente: Catholic.net
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Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 1- 7
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Oración introductoria
Jesús, gracias por el don de la fe católica, porque podemos disfrutar de tu compañía y recibirte en la sagrada Eucaristía. Sabemos que no somos dignos pero tú así lo has querido en tu infinito amor de Padre. Ayúdanos para que en esta meditación nos llenemos de tu amor y podamos ir por todo el mundo y proclamar tus maravillas, contagiando con tu amor los corazones de cuantos encontremos en nuestro camino.
Meditación
El mundo actual olvida en ocasiones los valores trascendentes de la persona humana: su dignidad y libertad, su derecho inviolable a la vida y el don inestimable de la familia, dentro de un clima de solidaridad en la convivencia social. Las relaciones entre los hombres no siempre se fundan sobre los principios de la caridad y ayuda mutua. Por el contrario, son otros los criterios dominantes, poniendo en peligro el desarrollo armónico y el progreso integral de las personas y los pueblos. Por eso los cristianos han de ser como el "alma" de este mundo: que lo llene de espíritu, le infunda vida y coopere en la construcción de una sociedad nueva, regida por el amor y la verdad. (Homilía del Papa Juan Pablo II, 24 de Enero 1999)
Reflexión Apostólica
Detengámonos brevemente en el primer versículo, cuando Jesús convoca a sus discípulos y ellos acuden a Él y reciben una serie de dones que ellos jamás se hubieran imaginado. Los discípulos creían ya tenerlo todo, se sentían contentos por estar con el Maestro. Pedro, que había dejado su casa, a su suegra y su barca, se sentía feliz. Lo mismo Mateo, quien había dejado todas sus riquezas. Y así cada uno había dejado todo para seguir al Maestro... y para servirle. Ya no podían esperar otro cambio de rumbo en sus vidas... pero, ese día el Señor se notaba distinto, se alegre y recogido a la vez. Les recordaba el día en que cada uno de ellos había sido llamado y les había invitado a dejar las redes y seguirle. Ya nada más podía pedirles Jesús. Sin embargo, ese día tan especial Jesús convoco a doce de los que le seguían de cerca y los envío a llevar su mensaje de amor y salvación a todos los hombres; les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad y dolencia. Hoy Cristo nos sigue convocando para que vayamos y demos testimonio. Pero necesita de nuestra docilidad a fin de que respondamos a esta convocatoria como lo discípulos. No es una invitación de grupo, sino individual, con nombres específicos: Pedro, Juan, Mateo. Solo que hoy son nuestros nombres los que se escuchan. No perdamos la oportunidad de estar atentos para escucharle y abiertos a lo que Él quiera de nosotros... aunque pensemos que ya no podemos dar o recibir más. La Iglesia nos necesita para ser luz en la tierra, necesita de hombres y mujeres, laicos y consagrados para la nueva evangelización.
Propósito
Viviré con mayor delicadeza mi vida cristiana transmitiendo el amor de Cristo con mi testimonio, haciendo 2 actos de caridad ayudando a una persona.
Dialogo con Cristo
Jesús, quiero corresponder al don de la vida de gracia. ¡Qué sería de nuestras vidas sin tu presencia en nuestras almas! Ayúdanos a valorarla al máximo y a cuidarla con mucho cariño. Que demos testimonio de tu amor en medio de la sociedad que sufre por no conocerte. Te pedimos por todas aquellas almas que aún no te han conocido y andan en tinieblas para que algún día abran los ojos de sus corazones al amor de Dios. También te pido por aquellas personas que aun conociéndote no se acercan a ti.
«Jesús está siempre con nosotros. Sed los mensajeros del amor y de la paz que él trae a nuestro mundo.» Juan Pablo II, X Jornada Mundial de la Juventud. Manila, domingo 15 de enero de 1995
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