Conozco tu miseria, la aflicciones y tribulaciones de tu alma, la debilidad y enfermedad de tu cuerpo, lo mismo que tus pecados; y a pesar de todo Yo te digo: 'Dame tu corazón, ámame tal como eres ahora'; si esperas a ser un ángel para amarme, no me amarás jamás. Aunque seas débil en la práctica del deber y la virtud, y caigas nuevamente en los mismos pecados que no quisieras cometer, ¡ámame!, no te permito que no me ames y que no confíes en todo en Mí, mas bien es la razón de que confíes en todo momento en Mí ...
Ámame tal como eres ahora mismo; y confía en Mí en todo instante, en cualquier situación en que te encuentres, en el fervor o en la tibieza, en la fidelidad o en la infidelidad, ámame como tú eres, confía en Mí. Quiero el amor de tu corazón tal como estás, si esperas a ser perfecto, no me amarás jamás. ¡Qué!, ¿no podría Yo, acaso, hacer de cada grano de arena un serafín radiante de pureza, de nobleza y de amor?; ¿no soy Yo el Omnipotente, y no puedo preferir tu corazón al de aquellos posibles serafines perfectos? Hijo mío, deja que te ame, quiero tu corazón, tal como es ahora mismo.
Ciertamente quiero con el tiempo transformarte, pero, por ahora, te quiero como eres y deseo que tú hagas lo mismo. Quiero ver surgir desde el fondo de tu miseria el amor. Amo en ti hasta tu debilidad, amo tu amor pobre y miserable. Anhelo ardientemente que salga de lo más profundo de tu corazón un grito continuo: 'Jesús, te amo'; '¡Jesús, confío en Ti!' Quiero únicamente el canto de amor de tu corazón, no necesito tu ciencia o tu talento. Una sola cosa me importa, el verte vivir amando. No son tus virtudes las que quiero, si te las diese, eres tan débil, que alimentarías tu amor propio.
Te podría haber destinado a cosas grandes, pero no serías siervo inútil, te amo aunque te creas poca cosa, porque te he hecho para el amor; para Mi eres algo muy grande, aunque te veas tan humilde como Mi Madre. Yo estoy siempre a la puerta de tu corazón, como un mendigo suplicante; ¡Yo, Rey de Reyes!; te busco y te espero, apúrate y ábreme. No alegues tu miseria; si conocieses perfectamente tu indigencia, morirías de dolor.
Lo que más me heriría el corazón, sería verte dudar de Mi y faltar a la fe, no confiar en Mi. Quiero que pienses y confíes en Mi cada hora del día y de la noche, quiero que tú hagas, aún la acción más insignificante por mi amor. Cuento contigo para que ames y así darme gloria. No te preocupes de no tener virtudes o muchos talentos, te daré los míos. Cuando tengas que sufrir, te daré mi fortaleza. Dame tu amor, y te enseñaré a amar más allá de lo que nunca has soñado, ¡te daré mi Amor!; pero recuerda, ámame tal como eres ahora mismo.