Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente:
Catholic.net Para meditar las palabras
del Ave María
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Dios te salve,
Bendita. Y bendícenos a nosotros. Dios te salve, María, llena eres de
gracia.
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Para meditar las
palabras del Ave María |
Vamos a meditar las
palabras del Ave María, para que al repetirlas disfrutemos mas el
Rosario
Dios te salve
Te saludo con todo mi amor y
con toda la alegría de mi corazón.´ Dios te salve, Bendita. Y bendícenos a
nosotros, los hijos de la Bendita entre todas las mujeres. Todos tus hijos
del mundo, en las ciudades populosas, en los valles y montañas de los cinco
continentes te saludan a diario cuando rezan el avemaría. Yo me uno a ese
coro de hijos amantes y felices, Oh Madre bendita. Sí, bendita mil veces,
bendita para siempre. Dios te salve…
María
Me encanta
pronunciar tu nombre porque es el tuyo: María, Virgen María, Santa María de
Guadalupe. Tu nombre ha poblado de bellas iglesias las ciudades y las
montañas. Lo pronuncian con grandísimo amor y ternura los jóvenes, los
adultos y los niños, Tu nombre lo llevan con orgullo santo millones de
mujeres del mundo cristiano. Porque te aman y porque quieren parecerse a
Ti. Necesitamos de verdad en nuestro mundo muchas Marías que tengan un
corazón parecido al tuyo. María bendita, míranos con tus ojos de
cristal, con tus ojos purísimos de paloma, y llénanos de tu perfumada
presencia, de tu ternura inmensa, de tu fe y de tu amor. Dios te salve,
María…
Llena eres de gracia
Cántaro que rebosa de la
gracia, de la vida de Dios, de su amor inefable, de su santidad. Más santa
y pura que todos los santos, más que los querubines y serafines. Por eso
la belleza de tu alma y de tu rostro son el encanto de tu Dios. Y el
encanto de nosotros también. Nos colma de tanta alegría saber que nuestra
madre es tan santa, tan bella, tan pura y tan sencilla. Así te saludó el
ángel: Llena de gracia, impresionado de tu alma. Dios te salve, María,
llena eres de gracia…
El Señor es contigo
Esta frase de la
Biblia siempre va después del “No tengas miedo”. Desde que naciste Dios ha
estado contigo, porque te cuidó como a su perla preciosa, a su rosa
exquisita. Él te preparó desde muy niña con sus manos santas para que
fueras después su Madre santa. Todo el amor infinito de Dios cuidando una
flor llamada María. Estuvo contigo en tus años de infancia cuidando a la
niña más bella, más santa, más querida. Te cuidó en la adolescencia
preparando tu alma y tu cuerpo bendito y santísimo para la maternidad. El
Señor está contigo: Te lo dijo un arcángel y él sabía lo que
decía. Contigo estuvo en los años de tu embarazo, dentro de tu seno,
haciéndose un niño por amor a nosotros. Toda tu vida terrena estuvo
contigo. Y Tú estuviste con Él. Fuiste madre, nueva Eva,
corredentora. Estuvo contigo en la cruz, muriendo junto a Ti. También
estuviste Tú con Él, hasta que murió en el patíbulo y pasó de los brazos
muertos de la cruz a los brazos vivos y amorosos de su madre. Estuvo
contigo en los años de tu soledad, santificando a su madre amadísima,
para que llegara al cielo resplandeciente como el sol y blanca como la
luna. Contigo está y estará por toda la eternidad en el cielo. Dios te
salve, María, llena eres de gracia, El Señor es contigo….
Bendita
Tú eres entre todas las mujeres
¿Qué es Eva comparada
contigo? ¿Qué son las mujeres de la tierra junto a Ti? Tú eres la imagen
perfecta, única de la mujer que quiso crear. Por eso, las mujeres, si no
se llaman Marías, al menos deben serlo, parecerse a Ti que eres el modelo
preciosísimo de la mujer cristiana. Querer llamarse como Tú es una buena
elección. Pero parecerse a Ti debe ser su ideal. Modelo de niña y
mujer, adorable modelo de madre y esposa. Porque Tú pasaste por todas las
etapas del crecimiento de la mujer, enseñando cómo se puede ser una gran
mujer, una mujer santa, un apóstol de Jesús, y, además, una mujer
feliz... Con muy poco presupuesto, en una casita humilde, pero donde
estaba Dios, y donde Dios está nada hace falta. La pobre casita de María
rebosaba de amor, de santidad y de felicidad. Dios te salve, María, llena
eres de gracia, El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las
mujeres…
Y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús
Bendita la flor, bendito también el fruto. Jesús, el amado
del Padre ha nacido de Ti como la rosa del rosal. La rosa pertenece al
rosal. Jesús te pertenece, es tuyo, hijo tuyo, fruto de tus purísimas
entrañas. Y Tú eres de Jesús, toda de Jesús, pues Él, además de ser hijo
tuyo, es tu Dios omnipotente, del que te consideras su esclava. Jesús y
Tú sois, además, de nosotros. Jesús, porque Tú nos lo diste, en un gesto
de amor único y lleno de misericordia… Y Tú nos perteneces porque Él te
convirtió en Madre, en Madre nuestra. Entre las palabras que siempre
meditas en tu corazón, están éstas: “Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a
tu madre”. Para nosotros esta sola frase constituye todo un evangelio,
una buena nueva. Si Jesús es nuestro, si María es nuestra, ¿qué dificultad
nos podrá derrotar? ¡Qué poco felices nos atrevemos a ser cuando nos han
dado la llave de la felicidad, de la felicidad completa y eterna! Dios te
salve, María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, Bendita Tú eres
entre todas las mujeres Y bendito es el fruto de tu vientre
Jesús.
Santa María
Si María es tu nombre, santa,
santísima es tu sobrenombre, La cualidad que siempre va con tu nombre.
Por eso tu nombre nos produce inmensa alegría y al mismo tiempo gran
respeto. Santa María, dulce María, eres bellísimo jardín donde crecen las
flores más bellas. Espiga dorada pletórica de fruto, mística rosa,
perfumada y más pura que todas las rosas del mundo. Santa María, dulce
Madre, Virgen pura, Reina bellísima y sencilla campesina de la entrañable
campiña de Nazaret.
Madre de Dios
Te amamos como Madre
nuestra y te veneramos como madre de Dios, grandeza incomparable que te
ennoblece y nos llena de orgullo santo, porque nuestra madre es también
madre de Dios. Para tan alto privilegio se requería una Madre
virgen una virgen santa una mártir del alma una criatura llena de
gracia y una humildísima esclava del Señor, que supiera decir: Hágase en
Mí según tu palabra. ¿Cómo pudiste poseer al mismo tiempo la máxima
grandeza y la más fina y profunda humildad? Dios te consideró digna madre
suya. Aceptó ser Hijo de tus entrañas. Te hizo grande el que todo lo
puede y tú te hiciste pequeña como una esclava al completo servicio de tu
Señor. Madre y esclava del Señor. Como Madre de Dios me infundes un
respeto inmenso. Como esclava del Señor una ternura infinita.
Ruega
por nosotros, pecadores
Somos tus hijos pecadores Somos hijos
pródigos que hemos recorrido los senderos del pecado y del hastío. Fuimos
hijos de una madre pecadora, antes de ser aceptados por una Madre
Inmaculada. Ruega a tu Hijo omnipotente, Tú que eres la omnipotencia
suplicante. Ruega siempre para que no nos engañe más el padre de la
mentira. Dile a Jesús que no tenemos vino, que se nos ha terminado la
alegría y el amor. Pide para nosotros el milagro de la resurrección cuando
caemos muertos de cansancio y de dolor. El que dijo ser la resurrección y la
vida es hijo tuyo. El que dijo ser la Verdad y la Vida, te llama
Madre. Entonces, suplícale que nos otorgue la resurrección y la
vida. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores…
Ahora…
El día de hoy, El día de las
oportunidades de santificarnos o de pecar. Hoy, el día al que le basta su
afán. El único día que tenemos en las manos. Que lo llenemos de amor y de
bondad. Ahora líbranos de caer en la tentación. Hoy que sepamos amar a
nuestros prójimos, Hoy que no endurezcamos el corazón, Hoy que oigamos la
voz del Espíritu Santo. Ahora, en este presente que se
transforma constantemente en futuro. Hoy, que el día de hoy amemos, nos
santifiquemos, Seamos instrumentos de la paz de Jesús. Hoy, en esta
pequeña vida que es el día presente.
Y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
En ese momento en el que se juega nuestra salvación
eterna. Ese último día que sepamos decir un último “Te amo en este
mundo” para repetirlo en la otra vida por siempre. Ruega por los que en
ese momento no están preparados, para que si no vivieron en gracia,
mueran en gracia de Dios y no vayan al eterno dolor. Ruega por los
niños cuyo primer día de vida coincide con el de su terrible muerte. Así
como lograste que el buen ladrón se arrepintiera el día de su
muerte, consigue esa misma gracia a los pecadores más rudos, a los que no
aceptan a tu Hijo. Une a la misericordia de Dios, tu bondad maternal para
salvarles de las garras de Satanás, de la eterna condenación. Ruega por
nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte.
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