ALABADO Y ADORADO SEAS SEÑOR
Sí, Señor; y, por siempre, seas amado.
Apreciado en un mundo tembloroso y con amores mediocres.
Adorado por aquellos que, primero sí y luego con un no,
nos resistimos a entrar con fuerza por los caminos
que Tú señalaste mientras estuviste con nosotros.
Sí, Señor; que tu presencia –real y misteriosa–, sea venerada en medio de tantos dioses
que, sin poder alguno, logran reverencias y honores, títulos y mil prebendas.
Sí; Señor; que la Eucaristía –centro y cumbre de la vida cristiana–,
sea esa veleta que nos oriente hacia el bien, sea esa espoleta, que al descubrirla,
explosione en semillas de verdad, de paz y de fe