El arte de callar
No cabe duda de que si hablar es todo un arte,
no lo es menos el callar, el saber callar.
Tan defectuoso será no saber
hablar, como no saber callar;
tan contraproducente puede resultar hablar
cuando era preferible callar, como el callar
cuando la justicia, la caridad o la prudencia
aconsejan hablar.
Cuando Cristo hablaba, encendía los corazones
sinceros y nobles; pero su silencio sorprendió
a todos, desconcertó aun a sus mismos enemigos.
Cristo nos enseñó el valor de su cruz callando.
Por eso,
callar cuando acusan es heroísmo;
callar cuando insulta, es amor;
callar las propias penas, es sacrificio;
callar de sí mismo, es humildad;
callar las miserias humanas, es caridad;
callar a tiempo, es prudencia;
callar en el dolor, es penitencia;
callar palabras inútiles, es virtud;
callar cuando hieren, es nobleza;
callar defectos ajenos, es benevolencia;
callar debiendo hablar, es cobardía.
Aprende primero a callar, para poder
Luego hablar con acierto; porque si
hablar es plata, callar es oro.
Así como tú callas y defiendes a los demás
tapando y ocultando los defectos ajenos,
con la misma medida serás defendido por Dios.
Habla el necio, calla el sabio, dice la Sagrada Biblia.
En el mucho hablar no faltará defecto, nos advierten
los consejos del Espíritu Santo.
Equilibrio maravilloso y no ciertamente fácil
entre hablar y callar.
Que tan responsable puede ser una como
la otra cosa. Que tanto puede uno pecar
por defecto como por exceso.
Pero podría ser una norma prudente callar,
por lo general, cuando los demás quieren
hablar y hablar cuando los otros desean escuchar.