Jesucristo estaba en la casa dando una cátedra espiritual. No hubo ni habrá otro maestro igual en tola la eternidad. Nadie quería perderse sus charlas, y la casa estaba abarrotada de invitados. Lo más probable es que la asistencia haya superado las expectativas del anfitrión. Seguramente habrá buscado el lugar más amplio de la casa y habrá colocado sillas y bancos para escuchar atentamente al Maestro.
Pero la gente llegó en masa y se agolpaba en las ventanas y puertas con tal de escuchar. Por el status social, es muy posible que en las primeras filas estuvieran los fariseos y maestros de la ley. Ellos tenían sus lugares de preferencia en la sinagoga y esperaban una deferencia similar. Por eso es que seguramente se encontraban cerca de Jesucristo.
Posiblemente estuvieran escuchando atentamente (o tal vez no), pero de algo estamos seguros. En un momento de la charla comenzaron a incomodarse. Caía del techo algo de polvo. Luego cayeron algunas ramas y pedacitos de barro seco. Y de repente cayó mucho material. Todos miraron para arriba a ver qué pasaba. Y descubrieron que con el cielo de fondo, había algunos hombres rompiendo el techo. En medio del polvo, ellos sonreían.
Los fariseos y maestros de la ley se molestaron. ¡Qué desubicados e irrespetuosos son estos sujetos que están rompiendo el techo! Estaban manchando con tierra sus delicadas ropas, arruinando sus peinados de ocasión, e interrumpiendo la formalidad de la reunión. Eran personas desechables y condenables, no se adaptaban a las normas religiosas.
Pero ningún fariseo había llevado a un amigo necesitado a ver a Jesucristo. Habían ido solos, con sus miserias internas. A diferencia de ellos, los amigos del paralítico estaban sucios, traspirados, rompiendo el techo pero acompañados.
Hoy seguimos pensando que resulta más espiritual acudir a las reuniones con ropa de ocasión, Biblia abajo del brazo y formalismo religioso, tener un tiempo de adoración y alabanza, un buen programa, efectos de multimedia y un sermón bíblico. Todo esto es muy importante pero sin valor si no logramos tener la gracia de los amigos del paralítico. Esta cualidad de ver por las necesidades del necesitado, de ser solidarios con quien tiene alguna dolencia, de velar por quien está necesitando algo. Eso es la comunión de la iglesia.