Un corazón generoso en el trabajo,
viendo en él no una imposición
sino una misión que me confías.
Un corazón grande en el sufrimiento,
siendo valiente soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.
Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.
Un corazón grande con los hombres,
leal y atento para con todos
pero especialmente servicial y delicado
a los pequeños y humildes.
Un corazón nunca centrado sobre mí,
siempre apoyado en ti,
feliz de servir a mis hermanos,
¡oh, mi Señor!
todos los días de mi vida.
Amén
*** Padre Ignacio Larrañaga ***