Meditacion, esperando encontrarme con el Señor
Me acerco un día mas a este tiempo de oración, esperando encontrarme con el señor en este espacio de mi día que quiero dedicarle solo a él, por eso comienzo este tiempo haciendo silencio en mi interior, intentando que mis preocupaciones no apaguen la voz de Dios en mi corazón, me pongo ante el señor le miro a los ojos y le pido con confianza de hijo, haz señor que mi vida sea lo que tu sueñas para mí.
La lectura de hoy es del Evangelio de Lucas: Al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos pequeñas monedas, y dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos; pues todos éstos han entregado como ofrenda parte de lo que les sobra, ésta en cambio ha dado de lo que necesita, todo lo que tenía para vivir». (Lucas 21, 1-4)
Es normal querer seguridades pero hoy el evangelio nos pone ante una decisión complicada dar de lo que me sobra o de lo que necesito, guardar para mi mismo o no reservar nada, puedo dedicar un tiempo a mirar mi vida y preguntar qué cosas son irrenunciables para mi, en cuales no dejo que Dios intervenga, mi trabajo, mi dinero, mi tiempo de ocio, mis relaciones personales, mi estilo de vida que cosas de mi vida no dejo que Dios cuestione.
El evangelio de hoy me interroga en lo más profundo, qué lugar ocupa Dios en mi vida, tiene un espacio delimitado del que no sale o es alguien que impregna toda mi vida, alguien que quiero que el eje alrededor del cual gire todo lo demás.
Quizá siento que el mensaje del evangelio es demasiado radical, como dar aquello que yo también necesito, quizá la pregunta que debo hacerme es otra, el amor que siento por Dios es más fuerte que aquello que me ata a mis propios intereses y necesidades.
En unas pocas palabras atentos a un simple gesto Jesús nos pone ante la realizada del mundo, unos ricos que ofrecen lo que les sobra, una viuda que pasa necesidad y da todo lo que tiene para vivir. Es el contraste entre los que saben mirar mas allá de su vida y los que viven encerrados en sí mismos, entre los que ponen la referencia de su vida en Dios y los que la ponen en sus intereses.
Al terminar este tiempo de oración me pongo de nuevo frente a Dios, mirándole a los ojos y voy convirtiendo en palabras todo lo que siento en mi corazón, los miedos o deseos que hayan surgido en la oración. Le pido quizá para que cambie aquello que me aleja de él, le doy gracias por todo lo que haya descubierto en mi vida de generosidad y me acerca a él.
También pidamos a María Santísima que nos ayude en este caminar siendo intercesora de nuestras peticiones y nos cubra con su santo manto ante las tormentas que se nos presenten en este camino. Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.