DOMINGO I DE ADVIENTO – A
Hoy es el primer día de Adviento, es decir: el primero de 4 semanas para prepararnos a celebrar el acontecimiento mayor que han conocido los tiempos: El Nacimiento de Jesús en la humanidad y para la humanidad. En medio de tanto misterio brilla sin duda, como ninguno, que el Hijo de Dios necesitó de una mujer, de una Madre para hacerse hombre. Todo creyente cristiano lo sabemos y con él debemos iluminar la vida.
Ahora, hermanos, dejadme interpretar un sueño: Me han dicho que una madre, al sentir en su vientre al Bebé, sueña mucho y su imaginación se acrecienta a la vez que va creciendo la criatura. María, la joven Madre de Nazaret,
No fue una excepción y sentía y observaba y también, cómo no, soñó :
“A eso del medio día, José ha cerrado ya el taller y ha llegó a comer. María se afana para tenerlo todo listo en la mesa, mientras algo le bulle en la cabeza que quiere compartir con él.
“José, esposo, quiero…contarte algo….¡Hola! Tu dirás María ¿no te dará miedo? - le ha dicho José- No, es que es un sueño que tuve y… es que no lo puedo entender. A ver ¿qué te parece a ti? Creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo, sí del que nos va a nacer. Mira, la gente estaba haciendo preparativos con seis semanas de anticipación: decoraban las calles, compraban ropa nueva y sobre todo muchos, muchos regalos - ¿Para nuestro hijo?, le interrumpió José- No, pues ahí está lo extraño: que los regalos no eran para nuestro niño. Los envolvían con finos papeles y con cintas y con lazos bonitos. Y después todo lo colocaban debajo de un árbol. – Pero…María ¿ debajo de un árbol?- Como te lo digo, debajo de un árbol, José. Mira, dentro de sus casas, esta gente han colocado un árbol bien decorado con ramas y tronco lleno de luces y adornos. Arriba del todo me pareció ver una estrella y hasta una cunita con figura de barro pusieron debajo. Ah, José… pero nuestro niño es mucho más guapo, sí, estoy segura, mucho más guapo.
No te pongas triste, esposo mío, que ya termino y ya me darás tu opinión sobre el sueño.
También vi en mi sueño, una mesa grande y espléndidamente servida con platitos elegantes, muchos vinos espumosos, dulces y hasta turrón de Alicante. Todo se veía exquisito y todos estábamos invitados. –Pero María¡……- Sí, sí… espera, José. - Toda la gente se veía feliz, sonriente y emocionada por todos los regalos intercambiados unos con otros, pero… ¿sabes, José?.... Que allí no quedaba regalo alguno para nuestro hijo: Es que……… me daba la impresión, querido esposo, José, que nadie lo conocía, porque…….. ni siquiera mencionaron su nombre en toda la velada……………………….
¿No te parece extraño, esposo mío, que la gente se afane tanto y haga tantos gastos para celebrar el cumpleaños de alguien a quien ni siquiera mencionan y que da la impresión que no lo conocen?...................
Mira, José, tuve la extraña sensación de que, si Jesús nuestro hijo, hubiera entrado en esos hogares para la celebración, lo hubieran tomado por un intruso o incómodo huésped.
Pero… María, estás muy triste…. ¿no tendrás fiebre?. No te preocupes José. No es nada. Es que…… dicen que son los cristianos……….
Menos mal que ha sido un sueño ¿Verdad?...... ¿ o no?..................”