Meditación diaria
Profundizar en la oración es entrar en una relación personal con un Dios que nos va resultando más familiar, con el que crece la confianza a la par que el asombro y la adoración, por quien es el señor de la vida. Mientras dejo que el silencio se haga en mi interior, me hago consciente de que Dios está aquí conmigo, guiando mi oración para tener un rato de intimidad y comunicación sencilla.
La lectura de hoy es del Evangelio de Marcos: En aquel tiempo llegaron la madre de Jesús y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada a su alrededor le dijo: ¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan. El les responde: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Marcos 3, 31-35)
En este fragmento es la propia familia de Jesús la que intenta frenarlo y es que la invitación de Jesús a seguirle a menudo nos pone ante un conflicto con los más cercanos, por decisiones que cambian la vida, por gestos de gratuidad que no tienen sentido. ¿A que me invita Jesús? ¿me ha dado miedo alguna vez esa invitación que él me hace?
Jesús al escuchar que lo esperaban fuera, miro aquellos que lo rodeaban, discípulos, hambrientos, pobres, enfermos y buscadores sinceros de Dios. Con gran ternura Jesús les dijo que solo por seguirle, por cumplir con la voluntad de Dios ya se habían convertido en su familia. Me detengo a mirar a los que me rodean, los que comparten conmigo la fe.
Jesús nos invita a vivir en comunidades y familias abiertas, que no se cierren sobre sí mismas en sus propios intereses, de algún modo los excluidos y los marginados, y todos aquellos a los que Jesús le invita a seguirle tienen las puertas abiertas para entrar y para mi cual es el lugar de ellos en mi vida, se traduce en tiempo, en compromiso, en presencia, en dedicación.
Gracias a Jesús sabemos que Dios es Padre y hoy descubrimos también que el mismo Dios se hace nuestro hermano. Puedo tener ahora un momento para dirigirme al Padre y darle gracias por esta oración, por la invitación a seguir a Jesús y por hacerlo con aquellos con los que comparto la fe, puedo presentarle los nombres que forman parte de mi historia y pedir al Padre por cada uno de ellos.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Saludos
Fuente: Rezando voy