No llueve mucho en el verano de Buenos Aires,
pero cuando llueve, llueve.
Estábamos padeciendo esos días insoportables de mucho calor
y la ciudad hervía. Caminar por la calle se hacía muy pesado
y se pegaban los zapatos al asfalto caliente.
Eran días ideales para estar en la pileta con Juampi y con Connie,
pero había que seguir trabajando.
Así que la pileta tenía que esperar.
Habían anunciado fuertes tormentas para la noche
pero cuando salí de casa había un sol radiante.
A media tarde, el cielo se comenzó a cerrar con oscuras nubes,
y al momento de salir de la oficina, ya estaba negro.
Antes de llegar a la estación de tren había comenzado a llover.
Me mojé bastante queriendo entrar al reparo de la estación
y logré subir a un tren y sentarme.
Se podía escuchar la fuerte lluvia golpeando
en el techo de la estación y como siempre pasa,
comenzó a filtrarse agua por el techo roto.
Los andenes se mojaron y había lluvia dentro del edificio.
Finalmente llegó la noticia que no queríamos escuchar:
Por la fuerte tormenta, las vías estaban anegadas
y se cancelaron todos los trenes hasta nuevo aviso.
Pensé que se solucionaría rápido, pero me equivoqué.
No había parado de llover en dos horas, la ciudad había colapsado.
Los subtes estaban inundados, algunos barrios también,
las principales avenidas estaban cerradas por el agua,
había cortes de luz.
Y me encontraba encerrado en la estación de tren,
sin poder salir a ningún lado, porque no había ningún medio
de transporte que pudiera llevarme a casa.
Finalmente, después de cuatro horas de espera,
Miri llegó con el auto y los chicos a buscarme ¡y me rescataron!
Mientras volvíamos tardísimo a casa viendo
el impacto del agua que había arrasado con todo
y que nada podía detener, pensé en la potencia que
Dios nos dio al darnos a su Espíritu Santo para
que more dentro de nosotros.
¡Tenemos el absoluto poder de Dios a nuestra disposición!,
pero a veces vivimos derrotados.
Caminamos como la gente en la tormenta, mojada,
sin rumbo, desanimada y cansada.
En lugar de vivir con la plenitud de Dios cada día.
Elegí hoy vivir con Gracia